1990-2005

Ex-Presidente, Profesor y Conferencista

1990-2005

En su función como expresidente Oscar Arias de 1990 al 2005, ha participado activamente en varias organizaciones internacionales. Es miembro de las Juntas Directivas del Centro Internacional de Derechos Humanos y de Desarrollo Democrático (ICHRDD) y de la de Economistas Aliados por la Reducción de Armas (ECAAR). Arias pertenece también al InterAction Council, una prestigiosa organización que agrupa a expresidentes y Jefes de Estado de todo el mundo. También es miembro de la Red Internacional de Negociación del Centro Carter, del Centro Peres para la Paz, del Grupo de Crisis Internacional (ICG) y de Transparencia Internacional. Es miembro de la Comisión sobre la Gobernabilidad Global, del Instituto Internacional de Estocolmo para Investigaciones sobre la Paz (SIPRI), de la Comisión Mundial Independiente sobre los Océanos, y del Comité Olímpico Internacional 2000 (IOC 2000). Es, además, miembro activo del Diálogo Interamericano, de la Sociedad para el Desarrollo Internacional, de Crear 21, y del Foro Asahi.

En ese entonces, Oscar Arias es un expresidente visible. Con frecuencia se le ve compartir con gente para escuchar sus intereses y preocupaciones. Continúa siendo una persona preocupada por promover novedosas ideas en el campo de la seguridad humana, el desarrollo y la política internacional. En la búsqueda de esos intereses como un tema prioritario de la agenda internacional, crea un vínculo entre el Sur empobrecido y el Norte desarrollado, entre el Occidente políticamente estable y el Este conflictivo. Lleva a los países industrializados un sincero mensaje de solidaridad, que contrasta con las crecientes amenazas que aún hoy experimentan todas las naciones. Propicia iniciativas que prometen una era de paz y prosperidad para toda la humanidad.

El expresidente Arias se dedica a dar conferencias en universidades en todo el mundo y advierte a los jóvenes sobre las responsabilidades que deben asumir en la construcción de un nuevo siglo. Habla sobre democracia y expresa que ésta deber ser siempre un ideal, una meta permanentemente inalcanzada, cuyo mayor valor radica en su constante capacidad de perfeccionamiento. Una democracia autosatisfecha avanza hacia su propio deterioro, y el sistema democrático debe propiciar sus propios mecanismos para evolucionar y depurarse.

Durante esos años, Arias retoma el tema de la paz, de esa ruta que es larga y ante la que se han levantado grandes obstáculos. La ruta de la paz solo pueden recorrerla quienes tienen fe en la grandeza del ser humano y son capaces de practicar la paciencia y la tolerancia. El expresidente predica incansablemente su fe en el diálogo, y afirma que el uso de la fuerza militar debe ser el último recurso para solucionar un conflicto. Tanto en su sentido material, como en el moral, la mayoría de las confrontaciones armadas no surgen pueblos ni naciones victoriosas, sino más bien diferentes formas de derrota. Arias hizo suyas las palabras del general Dwight D. Eisenhower quien, después de haber vivido los horrores de la guerra, dice:

«La guerra en nuestro tiempo se ha convertido en un anacronismo. Sea cual fuere el caso en el pasado, la guerra en el futuro no servirá a ningún propósito útil… Cada rifle que se hace, cada cohete que se dispara, significa, en su último sentido, un robo que se hace a aquellos que tienen hambre y no son alimentados, a aquellos que tienen frío y no son arropados.»

Junto a La Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, el expresidente se propone convencer a los gobiernos de Panamá y de Haití a que abolieran sus fuerzas armadas. El gobierno del presidente Guillermo Endara, de Panamá, lo realiza modificando la Constitución Política de ese país. El gobierno del presidente Aristide, de Haití, abolió aunque no constitucionalmente sus fuerzas armadas.

Arias también dedica la mayor parte de su tiempo a propiciar un Tratado sobre la Transferencia de Armas (ATT por sus siglas en inglés) que, junto con otros siete Premios Nobel, proponen ante las Naciones Unidas. El Tratado pretende prohibir la transferencia de armas cuando existan indicios de que serán utilizadas para cometer atrocidades, genocidios, crímenes contra la humanidad, o cuando existan indicios de que esas armas serán utilizadas para cometer violaciones a los derechos humanos o actos contrarios al Derecho Internacional Humanitario.

Desde que Oscar Arias ingresa a la vida pública y aún después de dejar su primer período en la Presidencia de la República, tiene claro que el verdadero liderazgo político es el que nace de la coherencia entre el pensamiento y la acción, y que quien aspira a ser líder debe saber escuchar, convencer, educar, y, sobre todo, dirigir. Que no es digno de liderar un país aquél que por interés o por cobardía dice únicamente lo que el pueblo quiere oír y no lo que debe saber. Para bien o para mal, Oscar Arias siempre ha dicho lo piensa y ha hecho lo que dice.

Oscar Arias es un convencido de que en la lucha política es importante conservar el apego a los ideales pero que hay que ser flexibles con las vías que nos llevan a ellos «Siempre he sabido que ningún catecismo ideológico, por sofisticado que sea, es capaz de encerrar la inagotable riqueza de la vida, y que aquellos líderes y movimientos políticos que se niegan a reconocer los cambios de la historia y buscan someterla a categorías inmutables, están condenados a la irrelevancia», dijo Arias en alguna oportunidad.

En gran cantidad de artículos de prensa, discursos y entrevistas, Arias ha dicho que es hora de reconocer que los tiempos cambian y que las necesidades del país son otras. Que la globalización y la revolución informática avanzaban y, si queremos competir internacionalmente y atraer inversiones extranjeras, si queremos crecer de manera sostenida y reducir nuestra pobreza, debemos abrirnos a la competencia en los servicios de telecomunicaciones y seguros. «Todos sabemos que, casi sin excepciones, la competencia es sana y beneficia a los consumidores», nos recuerda Arias en reiteradas ocasiones.

Oscar Arias nos hace comprender que es hora de cambiar. Que es hora de una Costa Rica capaz de recuperar su capacidad de innovar, de tener ilusiones y de concebir el futuro como algo más que una infinita repetición del presente.

← Ir a Mi vida en la política

Galería