Premio Nobel de la Paz
Durante su mandato, el presidente Arias habla en numerosas ocasiones ante los medios de comunicación, estudiantes, parlamentarios y organizaciones internacionales de todo el mundo, sobre el papel que juega Costa Rica en la defensa de la paz:
«Yo pertenezco a un país pequeño, que no tuvo temor de abolir el ejército para ser más fuerte. En mi patria no existe un solo tanque, un solo cañón, un solo barco de guerra, un solo helicóptero artillado. En Costa Rica no le tenemos miedo a la libertad. Amamos la democracia y respetamos el derecho. Nuestra democracia tiene cien años de funcionar; es la más antigua de América Latina y una de las más viejas del mundo. Aspiramos al desarrollo. Buscamos la paz en nuestras fronteras.
Hemos avanzado mucho en materia de educación, salud y nutrición. En todos estos campos tenemos niveles comparables a los mejores de América Latina. Aún siendo pobres, hemos podido alcanzar metas satisfactorias de desarrollo, en gran medida porque no gastamos en armas y porque la práctica continua y leal de la democracia obliga a atender las necesidades de las mayorías. Hace casi cuarenta años abolimos el ejército, y hoy no somos amenaza para nadie: ni para nosotros mismos ni para nuestros vecinos. No somos amenaza no porque no tengamos tanques, sino porque prácticamente no tenemos hambrientos, ni analfabetos, ni desempleados.»
Su voz es escuchada con atención en el mundo entero; líderes internacionales, organizaciones pro derechos humanos y ciudadanos de todos los países, aprueban con admiración y agradecimiento su gestión de paz en Centroamérica. Esa aprobación logra el reconocimiento internacional más alto recibido por un costarricense, cuando el Comité Nobel le concede a Oscar Arias, el 10 de diciembre de 1987 en Noruega, el Premio Nobel de la Paz. El Comité reconoce, entre otras cosas, la lucha tan desigual que libra Oscar Arias, Presidente de una pequeña nación cuyas únicas armas son la razón y la diplomacia, en aras de cambiar una historia de muerte por una historia de paz para las cinco naciones centroamericanas. El mandatario costarricense reconoce que ese premio no le pertenece únicamente a él, sino a todo su pueblo.
Por esa razón, decide que el dinero recibido por el Premio se destine a la creación de una fundación al servicio de los pueblos centroamericanos. Fiel a su promesa, en 1988 crea la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano. La Fundación acuerda patrocinar tres programas: el Centro para el Progreso Humano, que promueve la igualdad de oportunidades para las mujeres en todos los sectores de la sociedad centroamericana; el Centro para la Participación Organizada, que propicia el cambio en la orientación filantrópica en América Latina; y el Centro para la Paz y la Reconciliación, que convoca a la desmilitarización y la resolución de conflictos en los países en desarrollo.
Premios y Doctorados Honoris Causa
La lucha incansable del presidente Arias para que los acuerdos firmados en el Plan de Paz lleguen a su complimiento, lo hacen merecedor de innumerables reconocimientos. Recibe, aproximadamente, a lo largo de su carrera, setenta doctorados honorarios de distintas universidades de los Estados Unidos, tales como Harvard, Princeton, Dartmouth, Brandeis y Washington; así como de otras prestigiosas instituciones educativas como la Universidad de Oviedo y la de Salamanca, en España; Bahcesehir, en Turquía; Yonsei, en Japón; Kyung Hu, en Corea del Sur; Essex, en Inglaterra, y Carleton en Ottawa, Canadá.
Arias ha recibido también numerosos premios, entre ellos, el Premio Nobel de la Paz 1987, el Premio de la Paz Martin Luther King Jr., la Medalla de la Libertad de Filadelfia, el Premio Jackson Ralston, el Premio Príncipe de Asturias 1988, el Premio Humanitario Albert Schweitzer y el Premio de las Américas.
Videos
Entrega del Premio Nobel, 02 de febrero de 1988
Encuentro de Oscar Arias con Fidel Castro
Galería