Precandidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberación Nacional, pronunciado el 22 de noviembre de 1984, por cadena de televisión.
Si miramos a la América Latina en estos días, comprobamos que Costa Rica es diferente. Aquí luchamos en democracia y libertad por el desarrollo económico y la justicia social. No faltan, sin embargo, quienes quieren desviarnos de este camino para desunir a la familia costarricense o para empujarnos hacia aventuras bélicas en campos de batalla extranjeros.
En Argentina, los más altos jueces militares desafían al gobierno, negándose a juzgar los crímenes perpetrados por sus compañeros de armas cuando ejercieron el poder político. En Chile, millares de mujeres y hombres son brutalmente perseguidos y encarcelados, llegándose, incluso, a desafiar la autoridad espiritual de la Iglesia Católica. En Bolivia, aumentan día con día los rumores de un golpe de Estado. En Perú, los sangrientos combates entre el ejército y los guerrilleros caracterizan el quehacer político. En Nicaragua, millares de jóvenes, casi niños, son obligados a prepararse para la guerra. En Uruguay, el retorno a la democracia se hace lento y penoso bajo el arbitrio de la dictadura militar. En Paraguay, recrudece una legendaria e implacable dictadura.
A pesar de que unos pocos siembran la desunión en la familia costarricense y otros pocos prometen manchar con sangre nuestra pacífica democracia, la inmensa mayoría dialogamos civilizadamente sobre la neutralidad, sobre el desarme y sobre la paz, en medio de una lucha electoral dentro del partido político más grande del país. Nosotros no renunciamos a discutir los temas importantes, por apremiantes que sean nuestros problemas. Aquí no encarcelamos a quienes piensan distinto. No le ponemos rejas a la pobreza que todavía sufren miles de compatriotas, sino que, por el contrario, luchamos por construirles un mejor futuro. En Costa Rica somos diferentes y deseamos hacer más fuerte esa diferencia. Trataremos siempre de que otros países hermanos puedan disfrutar un día los privilegios de nuestra diferencia.
No faltan voces minoritarias que quieran centroamericanizarnos pisoteando esa diferencia; que atropellan la fuerza de nuestras raíces históricas y que predican acciones tendientes a que Costa Rica pierda la fe en esos valores que son tan nuestros, que tan noblemente nos han servido para vivir en paz, que tantas veces han probado tener más fuerza que mil ejércitos. No puede pasar inadvertido para los costarricenses que Junior Calderón, precandidato único de la tradicional coalición antiliberacionista, anuncia que él enviaría una compañía de la Guardia Civil costarricense a pelear en Honduras en una hipotética guerra entre ese país y Nicaragua.
Junior Calderón promete que, en el remotísimo caso de ganar, él tomaría la decisión de derramar sangre de humildes policías costarricenses en una guerra ajena, en campos de batalla extranjeros, en los que se dirimen asuntos que no tienen relación inmediata con la integridad territorial, la soberanía política o la independencia de Costa Rica.
No puede extrañarnos esa actitud calderonista que desea manchar otra vez de sangre nuestra pacífica democracia. De ellos hemos recibido los costarricenses los más desastrosos legados. En el 48 intentaron terminar con nuestra democracia y con nuestra libertad, y la última vez que llegaron al gobierno casi acaban con nuestra economía. Hoy, con fingida inocencia nos proponen, impúdicamente, la guerra.
Costa Rica es diferente, señor Calderón. Mientras exista el Partido Liberación Nacional, Costa Rica seguirá siendo diferente porque el nuestro es el partido de la paz. Ayer se alió el calderonismo con el comunismo; hoy está aliado con unos cuantos extremistas que intentan descarrilar a Costa Rica de la moderación, de la tolerancia y de la prudencia. Costa Rica tiene alma propia y no prevalecerán quienes pretendan violar el alma nacional. Los costarricenses no perderemos nunca la fe en nuestra manera pacífica de ser, en nuestro propio camino. Por ello, en el Partido Liberación Nacional luchamos por ajustarnos a los nuevos tiempos, con nuevas ideas y nuevas soluciones, rectificando errores sin olvidar nunca los principios que hemos recibido de nuestros padres y nuestros abuelos, ni siquiera bajo el pretexto de la adversidad, ni en la codicia de la bonanza. El cambio liberacionista siempre se afirma en el diálogo, el estudio, el trabajo y la reflexión. En nuestro partido no hay ocurrencias ni aventurerismos, pero sí creatividad y confianza en el futuro, con el respaldo conjunto de viejas tradiciones y hombres viejos que nos enorgullecen, de jóvenes que se han preparado con esfuerzo y sacrificio en las profesiones y en el trabajo del campo, del comercio y de la fábrica.
El Partido Liberación Nacional siempre lucha por el cambio honesto, que abra campo a nuevas interpretaciones de la realidad nacional y a nuevos hombres en el ejercicio del poder, unido siempre en torno a principios que deseamos preservar y robustecer. Nuestro partido se robustece y se revitaliza en cada crisis porque jamás renunciaremos al cambio responsable.
Cuando algunos compañeros de partido consideraron que la reelección presidencial amenazaba con limitar oportunidades justas y oportunas, cuando vieron que ello amenazaba con transformar el poder en monopolio de unos pocos, limitando la democracia interna, no dudaron en rechazar la reforma constitucional que buscaba la reelección. Lo hicieron a sabiendas de que con ello el país podía, incluso, privarse de más años de servicio de algunos hombres singulares. Actuaron por un principio superior, para garantizar un partido sin dueños, para alcanzar un partido que pudiera luchar por una Costa Rica más grande, abriendo el camino de la esperanza, con la frente en alto, sin temores al futuro y orgullosos de su pasado.
Ahora resulta que aparece un grupo pequeño que quiere retroceder, con la mirada puesta hacia atrás, temerosos del futuro, temerosos de las generaciones nuevas a las que ellos mismos ayudaron a abrir oportunidades tan hermosas. No solo quieren detenerse, sino también retroceder. Hablan veladamente de crear un ejército de reservistas; siembran la semilla de la disensión hablando de división entre jóvenes y viejos, entre hombres y mujeres. Lo que sucede es que perdieron la fe en la grandeza y en la fuerza de los valores por los que ayer trabajaron. No se dan cuenta de que en la búsqueda de la perpetuación del poder lo confunden todo. La regeneración responsable y democrática que caracteriza a Liberación Nacional siempre unió a jóvenes y a viejos, a mujeres y a hombres. Pretenden burlar la historia quienes olvidan que la lucha por la igualdad de oportunidades para la mujer es una bandera liberacionista de toda una vida. Asustarse frente a la proyección de esta política es renunciar al futuro. Quienes cultivan la desunión, hablando de separación entre jóvenes y viejos, caen en el contrasentido de no entender nuestros valores más sagrados porque no comprenden el valor que el liberacionista da a la familia. La familia es el centro de todas nuestras políticas. Allí hay jóvenes y viejos en la armonía que solo emana del amor compartido en función de objetivos superiores. De igual modo, existe una familia liberacionista, donde mujeres y hombres, viejos y jóvenes, comparten ideales y principios que nunca dividen, sino que siempre unen.
El problema fundamental que afronta Costa Rica es económico. Crecimiento con justicia social es el reto de hoy. Nuestro llamado es al desarrollo, a preocuparnos porque en la repartición de los sacrificios nunca un costarricense sufra de hambre; que no se le niegue la atención médica; que la vivienda y la creación de empleos sean siempre objetivos primordiales. Muchos problemas quedan aún por resolver después del desastre que heredamos del anterior gobierno de Carazo y Calderón.
El 27 de enero, luego de la gran victoria que nos dará el pueblo liberacionista, un partido más unido que nunca acudirá a respaldar al Presidente Monge, para garantizarnos que el centro de la políticas liberacionistas sean siempre la familia y el sufrimiento que hay que mitigar. Acudiremos sobre todo para asegurarle al Presidente Monge que la hidalguía con que ha iniciado el rescate de Costa Rica es la alborada en el camino que a todos nos hará comprender, que nuestro reto es el desarrollo con justicia social y libertad democrática.