El compromiso de pensar y actuar por Costa Rica

Discurso

Oscar Arias Sánchez
Ex Presidente de la República
Centro de Convenciones Pedregal

2 de junio de 2012

Amigas y amigos:

Es un placer volverlos a ver. Es un placer volver a encontrarme con una dirigencia liberacionista que no descansa, con una dirigencia liberacionista trabajadora y comprometida con Costa Rica. El día de ayer regresé del continente asiático, pero al igual que ustedes, cuando se trata de ayudar a nuestro país, no puedo darme el lujo de decir que ya cumplí con mi tarea. No puedo simplemente pensar que otras personas se encargarán de continuar con la obra que nosotros empezamos, y que tanto nos costó levantar. El espíritu del verdadero liberacionista es incansable.

Es ese mismo espíritu incansable el que nos reúne en este evento. Como liberacionistas, hemos asumido el compromiso de pensar y actuar por Costa Rica, y eso es lo que estamos haciendo aquí. Debatiendo sobre el presente y el futuro del país. Entre otras cosas, ese debate pasa por entender el contexto mundial en el que nos encontramos inmersos. Hoy, más que nunca, lo que sucede en Asia, en Europa o en Estados Unidos, nos afecta enormemente. El mundo globalizado ofrece oportunidades, pero también implica retos. Eso no significa que debemos despreciar la globalización; significa, por el contrario, que debemos potenciar las oportunidades que nos ofrece, al mismo tiempo que buscamos y ejecutamos acciones para enfrentar los retos. Aprovechar las oportunidades y buscar soluciones son responsabilidades ineludibles de todo partido político.

Uno de los retos más difíciles de este tiempo en que nos tocó vivir, es cómo enfrentamos los problemas económicos internacionales, al tiempo que mantenemos vivas nuestras aspiraciones de desarrollo. Está demostrado que un mal año en inversión en educación, en salud, en infraestructura, en deporte o en investigación científica, significa décadas pérdidas para generaciones enteras. Los errores del presente se pagan muy caros en el futuro. Eso, sin embargo, es algo que con un rumbo claro y políticas públicas valientes, nuestro país ha podido evitar. Otros países de la región, desafortunadamente, no pueden decir lo mismo. Por eso es importante que todos los ciudadanos comprendamos qué es lo que está pasando en la economía mundial en estos momentos, cuáles son las fortalezas que Costa Rica tiene en este escenario, y qué papel debe jugar Liberación Nacional, sus líderes y sus dirigentes.

Empecemos por la situación económica mundial. Los países más ricos, como los europeos y los Estados Unidos, se están debatiendo entre recortar el gasto público o aumentarlo, con el fin de poner en orden sus economías. A diferencia de hace tan solo cinco años atrás, en el mejor de los casos las economías de esos países se han desacelerado, y en el peor, han dejado de crecer; es decir, han entrado en recesión económica. Podemos discutir aquí eternamente sobre cuál es la teoría económica más conveniente para que esos países enrumben sus economías. Muchos libros se han escrito sobre esa materia. Sin embargo, para un socialdemócrata convencido, la decisión no es tan difícil: la economía debe estar del lado de quienes menos tienen, detrás de los que menos tienen y al frente de los que menos tienen.
Hace tan sólo unos días, estuve en China reunido con un grupo de líderes mundiales donde discutimos sobre la economía internacional. En esa ocasión, tuve la oportunidad de decirles a ex presidentes y ex primeros ministros de todo el mundo que los que sugieren austeridad en estos momentos para reducir el déficit fiscal, cuando el precio de esa austeridad es el recorte repentino e indiscriminado de los servicios públicos, están equivocados. Quiénes hacen un llamado a una mayor austeridad lo sugieren para aquellos países que han aumentado vertiginosamente su deuda pública, como es el caso de Grecia, Irlanda, España, Portugal, Italia y Japón, cuya deuda representa, en este último caso, hasta un 240% de su producto interno bruto. Ese, sin embargo, nunca ha sido el caso de Costa Rica, y mucho menos lo fue durante alguno de mis dos gobiernos.

Como muchos de ustedes saben, al inicio de mi segunda Administración disminuimos la deuda pública en aproximadamente un 15% del producto interno bruto, y por eso, cuando llegó el momento de las vacas flacas con la crisis financiera del 2008, pudimos gastar y endeudarnos de nuevo, con prudencia y responsabilidad. Como podrán recordar, en mi segundo gobierno enfrentamos la peor crisis económica internacional desde la Gran Depresión de 1929. Tomamos las medidas necesarias para enfrentar la crisis lanzando el Plan Escudo, y gracias a esas medidas no quebraron empresas, ni se remataron casas, ni aumentó el desempleo, como ha sucedido en casi todos los países industrializados.

La evidencia histórica nos indica que la mejor manera de reducir un desequilibrio fiscal es combinando una reducción paulatina del déficit con un rápido crecimiento económico, que genere un aumento en los ingresos del gobierno. Eso, precisamente, fue lo que hicieron los países de Europa para combatir los altos déficits al finalizar la II Guerra Mundial. Eso, precisamente, fue lo que hizo Bill Clinton durante su periodo como Presidente de Estados Unidos. Eso, precisamente, fue lo que hicieron los suecos hasta alcanzar la muy aplaudida reducción del déficit entre los años 1994- 1998. Por ello, pedirle hoy a algunas economías europeas en recesión que reduzcan el gasto bajo la bandera de la austeridad, es irresponsable e injusto.

Esa política de propiciar un mayor crecimiento económico y reducir el déficit fiscal paulatinamente, es la política que defiende el Presidente Obama frente al candidato republicano Romney; es la política que defendió Françoise Hollande frente a Nicolás Sarkozy, y que le permitió llegar a la presidencia de Francia; es, también, la política que siguió mi gobierno durante la crisis financiera de hace cuatro años. En Estados Unidos esa política se denomina “demócrata”, en Francia se denomina “socialista”, y sólo algunos despistados la llaman en Costa Rica “neoliberal”. Cuando mí gobierno tomó la decisión, con el consentimiento de todos los ministros y ministras, de dedicar el 51% del presupuesto del año 2010 a la inversión social, fue no sólo una decisión premeditada, sino además correcta. ¿Puede ser tildado de neoliberal un gobierno que en plena crisis económica destina más de la mitad del presupuesto público a programas sociales? Evidentemente no. Fuimos un gobierno socialdemócrata, y como tal pensamos en la gente, especialmente en la que gente que más ayuda necesitaba.

Ayer regresé de un largo viaje por China, Vietnam y Camboya. En China y en Vietnam, con regímenes de partido único, donde el que gobierna es el partido comunista, los sistemas económicos imperantes son cada vez más capitalistas. Pero lo que más me sorprendió, también en ambos países, es el impulso que se le da a la empresa privada, a la que se le considera el verdadero motor del desarrollo económico, mientras que en Costa Rica todavía escuchamos discursos gastados de algunos políticos en contra de los empresarios, quienes son los que corren con los riesgos inherentes para producir riqueza y generar los empleos que demandan nuestros jóvenes.

Hablemos ahora de cómo Liberación Nacional ha ayudado a la economía de este país, y cómo puede seguirla ayudando a crecer aún más. En muchas ocasiones me he referido a la nueva social democracia que propuse en el 2005, como el ideario que llevaría a la práctica en caso de que los costarricenses me honraran haciéndome presidente por segunda vez. Esa nueva socialdemocracia rechaza el neoestatismo, es decir, la intervención innecesaria del Estado en la actividad económica, pues sigo creyendo que el Estado no debe crecer infinitamente a la usanza de los gobiernos europeos, como es el caso de Francia con un sector público que representa el 56 por ciento del producto interno bruto, un gobierno griego que gastó el año pasado el 49,7 por ciento del total de su economía, o un gobierno italiano que gastará este año el 50,7 por ciento de su PIB. Recordemos lo que hace unos años dijo el Presidente Bill Clinton: “the time of big government is over”: el tiempo de los gobiernos grandes se acabó.

Hoy lo que ayuda a una economía a crecer son las inversiones que hacen las empresas privadas, amparadas en la seguridad jurídica que les ofrecen sus gobiernos. Es por eso que en los últimos días de mi segunda Administración, cuando me preguntaban qué creía yo que era lo más importante que había hecho durante los cuatro años, siempre contesté sin titubear: haberle devuelto la confianza al costarricense, tanto al empresario como al trabajador, tanto al productor como al consumidor. Fue esa confianza la que nos permitió poner a Costa Rica a caminar de nuevo, y el pueblo costarricense ha sido testigo de mis constantes advertencias sobre el peligro que entraña socavar esa confianza, particularmente con la creciente inseguridad jurídica en que hemos caído.

La inseguridad jurídica surge de cambios repentinos en las leyes o en las decisiones judiciales, que varían las reglas con base en las cuales los empresarios deciden expandir sus operaciones, o los inversionistas extranjeros deciden establecerse en nuestro país. Lo más grave de todo, es que en algunas ocasiones esos cambios se dan tan solo para satisfacer a grupos de presión que defienden intereses gremiales. En Costa Rica, como todos sabemos, es sumamente difícil hacer obra, porque hemos ido creando una telaraña de leyes y decretos que todo lo prohíbe, todo lo controla y todo lo castiga, generando en el funcionario público un temor que lo lleva a preferir no tomar decisiones, o a decir que no. La inseguridad jurídica va también ligada a un juego que se ha convertido casi en deporte nacional: la judicialización de la política.

Además, como si la inseguridad jurídica y la judicialización de la política no fueran ya suficientes obstáculos al desarrollo nacional, hemos hecho de la crítica un fin en sí mismo. En Costa Rica todo se critica, y casi siempre sin fundamento. Si un gobierno no hace nada se le critica, y si hace muchas cosas también se le critica. El mejor ejemplo de esto es la carretera a Caldera. Yo me pregunto, ¿aquellos que tanto la critican, cuando van a Puntarenas o a Guanacaste prefieren manejar dos horas más por la vieja ruta? A quiénes preguntan que por qué hicimos la carretera de dos carriles y no de cuatro, la respuesta es muy sencilla: porque así estaba diseñada y rediseñarla y volver a licitarla nos toma 40 años más. Muchas grandes obras en este país tardan décadas no porque así lo quieren los gobernantes, sino porque así lo quieren las leyes. A quiénes preguntan que por qué la carretera a Caldera no fue de 10 carriles, como las carreteras chinas, la respuesta también es muy sencilla: porque no tenemos el dinero para hacerlo.

Y así puedo seguir con otros ejemplos: ¿por qué la carretera Chilamate-Vuelta Kopper es tan sólo de dos carriles? ¿Por qué el puerto de Caldera no tiene el tamaño del de Shanghai, o el de Moín el tamaño del de Singapur? De igual manera, cuando decidimos amortizar las deudas que mantiene el Estado con el Banco Central y con la Caja Costarricense de Seguro Social, en lugar de reconocer noblemente la acertada decisión, la respuesta fue de nuevo la crítica porque no cancelamos la totalidad. Si dedicáramos nuestro talento a construir en lugar de criticar, tal vez podríamos, en muy poco tiempo, dar el salto al desarrollo que algunos países asiáticos han dado. Criticar es muy fácil, lo difícil es generar ideas y convertirlas en realidad.

A pesar de lo mucho que cuesta hacer cosas en este país, desde el primer día de mi Administración sabíamos muy bien hacia donde nos dirigíamos, y le dimos un rumbo claro a Costa Rica. En el plano social, destinamos más de la mitad del presupuesto del gobierno al gasto social, siendo nuestra Administración, en la historia del país, la que más recursos destinó al bienestar de la población más pobre y vulnerable. Ningún costarricense olvidará jamás que creamos el Programa Avancemos, que cuadruplicamos las pensiones del régimen no contributivo de la Caja Costarricense de Seguro Social y que destinamos el 7,2 por ciento de nuestros recursos a la educación pública.

La inversión que realizamos significó un esfuerzo fiscal considerable, pero estoy convencido que ningún país debe sacrificar a su gente. Gastamos con responsabilidad y al final de la Administración se tenía un déficit fiscal del 5 por ciento del producto interno bruto, la mitad del déficit de Estados Unidos y casi una tercera parte del que tenía Inglaterra. Aún con estos buenos resultados, siempre estuve consciente que era necesaria una reforma tributaria. Aprobar una reforma tributaria fue parte de mi programa de gobierno y así lo dije en campaña, pues tenía muy claro que una reforma fiscal era indispensable para poder realizar la inversión social que nos proponíamos llevar a cabo durante esos cuatro años. Es lamentable que sigamos sin ponernos de acuerdo sobre el tema de impuestos en este país. Es lamentable que los intereses de pocos grupos se antepongan al interés general. Es lamentable que sigamos pagando menos de la mitad de los impuestos que pagan los países desarrollados, y en algunos casos tan solo un tercio, cuando aspiramos a ser como ellos.

En mi gobierno establecimos relaciones diplomáticas con más de 20 naciones, incluidas China, India, Qatar, Singapur y Cuba; defendimos la causa palestina, presidimos el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas e introdujimos en el seno de la Asamblea General de ese organismo la discusión del Tratado sobre el Comercio de Armas. Logramos la aprobación del tratado de libre comercio con Estados Unidos y su agenda de implementación, así como el rompimiento de obsoletos monopolios públicos en telecomunicaciones y seguros. La inversión reciente en estos dos sectores ha sido sumamente beneficiosa para el país y ha generado una gran cantidad de nuevos puestos de trabajo muy bien remunerados. También firmamos los tratados de libre comercio con Panamá y China, que ya están en vigencia, y esperamos que también pronto entren en vigencia los que negociamos con Singapur y la Unión Europea, lo que nos permitirá conquistar nuevos mercados de bienes y servicios de más de 2000 millones de potenciales consumidores.

Aumentamos en cinco veces la inversión en obra pública, llevándola del 0,4 por ciento del producto interno bruto en el 2005, al 2,15 por ciento en el 2009. Fue por ello que pudimos atender más de 500 kilómetros de carreteras y más de 950 kilómetros de caminos de lastre. Terminamos la Costanera Sur y la autopista San José-Caldera, concesionamos el puerto de Caldera y los aeropuertos Juan Santamaría y Liberia, y dejamos lista la concesión del puerto de Limón y la ampliación a cuatro carriles de la Interamericana Norte, entre muchas otras grandes obras de gobierno que ustedes conocen, y que ustedes nos ayudaron a construir.

Amigas y amigos:

Esas, y otras obras, no las hice solo. Conté con el apoyo de un equipo de gobierno excepcional de ministros, viceministros y presidentes ejecutivos; conté también con la colaboración de una fracción legislativa de diputados valientes y leales. Siempre estaré agradecido con mi equipo de gobierno, uno de los mejores que ha tenido este país, y especialmente con quien fue mi Ministro de la Presidencia en las dos ocasiones, mi hermano Rodrigo.

Al emitirse la resolución de la Sala IV que permitió la reelección presidencial, la inmensa mayoría de la dirigencia de este querido partido me pidió ser su candidato. Mi respuesta siempre fue que sí, pero con dos condiciones: primero, que me permitieran renovar el pensamiento liberacionista adecuándolo a las nuevas realidades del siglo XXI; y segundo, que convencieran a Rodrigo de que él también volviera a la política, asumiera la jefatura de la campaña y me acompañara en el gobierno. No podía imaginarme un segundo gobierno sin Rodrigo a mi lado.

Entre los que hoy aspiran a la presidencia Rodrigo es, indiscutiblemente, el mejor. Nadie puede dudar de su liderazgo como Ministro de la Presidencia durante mis dos administraciones. Rodrigo es un líder no sólo porque sabe muy bien cómo ejercer el poder, sino también porque nunca ha abusado de él. Rodrigo ha estudiado a Costa Rica, conoce sus problemas y sus fortalezas, y tiene la claridad intelectual que se requiere para gobernar. Rodrigo es un hombre íntegro, leal con sus ideas, y sabe muy bien lo que Costa Rica necesita. Junto a ustedes, Rodrigo ha mantenido viva la llama del pensamiento dentro de Liberación Nacional, y es gracias a su liderazgo y experiencia que hoy somos el único partido que debate permanentemente sobre el futuro del país.

Esta mañana quiero decirle a Rodrigo que de la misma forma en que él me ha ayudado todos estos años, hoy yo estoy aquí para ayudarlo a él. A través del tiempo nuestra historia común ha estado llena de retos y desafíos, y todavía nos queda mucho por hacer. El tiempo es un escultor que cincela sólo las piedras resistentes y duraderas; las piedras que no se desmoronan ante el primer golpe, sino que permiten al escultor crear una obra sin igual. Ustedes y yo, dirigentes amigos, seremos el cincel que le permitirá a Rodrigo hacer realidad el sueño de continuar la obra que iniciamos en el 2006, y fortalecerla con sus nuevas ideas.

No importan los retos que aguardan todavía, juntos podemos liberar el vuelo del cóndor. El camino que nos espera es duro, pero quiero recordarles las hermosas palabras de Amado Nervo, cuando dijo: “Soporta, si es posible, sonriendo, la vida que el artista va esculpiendo, el duro choque del cincel ¿Qué importan para ti las horas malas, si cada hora en tus nacientes alas pone una pluma bella más? Ya verás al cóndor en plena altura, ya verás concluida la escultura …”.

Muchas gracias.