Discurso pronunciado por el Dr. Oscar Arias Sánchez, Ministro de Planificación Nacional y Política Económica, el 30 de julio de 1976, en el acto inaugural de la Exposición de Artesanía Indígena de Costa Rica, en San José.
Dolorosa agonía
La dolorosa agonía de nuestra cultura aborigen tiene su causa principal en el hecho de que los indígenas de Costa Rica, prácticamente exterminados por el empuje de la conquista y la colonia españolas, nunca representaron un núcleo suficientemente amplio como para influir de manera significativa en el proceso cultural del país. El reducido número de los pobladores precolombinos de nuestro territorio impidió que las culturas europeas sufrieran modificaciones dignas de consideración.
Hoy, más de cuatrocientos años después de que el insigne Navegante arribara a las costas de Cariari, las costumbres, los ritos, la música y la artesanía de los indígenas del país permanece desconocida para la casi totalidad de los costarricenses. Solo un reducido número de especialistas se ha interesado por este minoritario sector de nuestro pueblo. Esta circunstancia nos presenta el paradójico caso de que la cultura autóctona de Costa Rica nos resulte exótica. No nos percatamos de los innumerables problemas que afectan a los indígenas y que conducen a la extinción no solo de su cultura, sino también de su raza. La mortalidad causada por enfermedades infecciosas, la escasa asistencia médica recibida, la desnutrición, el alcoholismo, la carencia de tierras, y tantas otras calamidades que han sufrido, son, en realidad, producto del imperdonable abandono en que se les ha tenido durante muchos años.
Conciliar la vida moderna con las tradiciones
Encontrar soluciones justas a todos estos problemas, considerar la cuestión indígena desde el punto de vista social y económico, plantea diversas posiciones. Algunos opinan que el indígena es «un salvaje feliz», que encuentra en la naturaleza las medicinas y las enseñanzas indispensables para su subsistencia y que, en consecuencia, no existe en Costa Rica ningún problema para nuestros aborígenes. Otros piensan que es, sencillamente, un salvaje —a secas— a quien se debe civilizar a golpes de zinc y aluminio. Ambas posiciones pecan, desde luego, de simplistas o de extremosas: la una, porque se escuda en la comodidad de esconder la existencia de un problema; la otra, porque pretende desconocer el valor cultural y humano de este núcleo de la población costarricense. En verdad, ni nuestro indígena es un salvaje feliz, ni la civilización del resto de nuestra sociedad tiene derecho a imponerle sus patrones culturales. Es necesario, más bien, conciliar los beneficios de la vida moderna con el mantenimiento de las tradiciones indígenas.
Artesanía en extinción
No es posible que miremos con indiferencia el hecho de que la artesanía indígena se encuentre en proceso de extinción. Los bienes producidos por la sociedad de consumo han desplazado a los objetos de uso doméstico fabricados por los aborígenes. En efecto, la olla de aluminio ha comenzado a sustituir, aun en los más recónditos lugares de la montaña, a la vasija de barro; y las armas modernas, al arco y a la flecha tradicionales.
En esas condiciones, la artesanía indígena no podrá subsistir, a menos que entre en un proceso de comercialización. En conflicto existente entre el valor cultural y el valor comercial de la artesanía autóctona debe merecer la mayor atención de todos nosotros, pues nuestros indígenas son, además de los depositarios de lo más autóctono de nuestra cultura, costarricenses que tienen derecho a una vida digna.
El apoyo de las instituciones nacionales
Afortunadamente, no todo es pesimismo. Importantes instituciones nacionales se han interesado en estos problemas y están empeñadas en encontrarles adecuada solución. Así, con la ayuda de otras entidades, la Oficina de Planificación Nacional y Política Económica decidió iniciar una labor de rescate de la artesanía indígena y de su fomento, consciente de que solo por medio de una acción de este tipo, realizada de conformidad con los más rigurosos criterios científicos y respetuosa de las normas culturales de ese núcleo de población, será posible proteger de manera eficaz el arte popular e introducir en las comunidades indígenas una actividad de alto potencial como fuente significativa de ingresos y de progreso socioeconómico.
De este modo, ha comenzado a surgir, de las sombras de los ranchos pajizos de nuestros indios, un mundo de arcos, flechas, tambores, hamacas, canastas y bolsos elaborados a base de una gran variedad de fibras vegetales, maderas, pieles y otras materias primas naturales.
Más que largas y cansadoras explicaciones acerca de las materias primas empleadas por los artesanos indígenas, sobre los procedimientos de su elaboración y los diseños utilizados, el público podrá apreciar en esta exposición lo que ellos saben hacer y lo que la ignorancia y la indiferencia de muchos podrían dejar morir.
Reivindicar al hombre
Estoy convencido de que el engrandecimiento de nuestra patria solo se logra si nos empeñamos en reivindicar al hombre de su frustración y en propiciar las condiciones que le permitan vivir dignamente de su trabajo creativo. Tengo, por encargo especial del Presidente de la República, el placer de afirmar hoy que el abandono en que se tenía a nuestra cultura indígena ha llegado a su fin.