Discurso pronunciado por el Dr. Oscar Arias Sánchez, Ministro de Planificación Nacional y Política Económica, el 1º de junio de 1974, en el templo parroquial de la Purísima Concepción de María, en la ciudad de Heredia, con motivo del sesquicentenario del otorgamiento del título de ciudad a la Villa de Heredia.
Espíritu de libertad
En representación del Presidente de la República y del Poder Ejecutivo, me cabe el honor de saludar a la ciudad de Heredia en esta fecha gloriosa.
Tengo para mí como una noble presea haber nacido en esta ciudad y haber bebido el espíritu de paz y de trabajo de dos antecesores que, con singular visión y dinamismo, lucharon por el engrandecimiento de la ciudad de Heredia: don Julio Sánchez, en la agricultura, que hunde sus raíces en nuestra historia, y don Juan Rafael Arias, en el campo público. Ambos descollaron gracias al espíritu de libertad y de creadora serenidad que mana de este escenario herediano.
Un repaso histórico
Celebramos hoy el sesquicentenario de la ciudad de Heredia. No se trata solo de la conmemoración de un título, sino de un repaso histórico que realiza esta generación para verificar si Heredia ha llevado con garbo y dignidad el honor conferido hace 150 años. En el fondo, se trata de un examen de nosotros mismos, como hijos de esta provincia, no solo de cara al pasado, sino también de cara al futuro de ella y del país.
Los nobles se engolosinan con los títulos nobiliarios y convierten éstos en fin de su vida. Los hijos de la democracia y de la libertad hemos de contemplar los títulos recibidos como un medio para alcanzar más altas metas. Un pueblo no es más que otro por ser ciudad o cantón, ni un templo está más cerca de Dios por llamarse basílica o parroquia. Todo depende de la riqueza espiritual de quienes viven en ese pueblo o visitan ese templo.
Dignidad y señorial sencillez
Que sea este profundo examen de conciencia sobre el pasado para tomar fuerza hacia el futuro nuestro primer pensamiento en este día. Antes, permítaseme manifestar que pocas ciudades han llevado en Costa Rica esta carga de historia con tanta dignidad y señorial sencillez como Heredia. De su seno han nacido algunas de las más bellas expresiones de nuestra cultura y de nuestra educación.
Ancestro indígena y sangre hispana
La ciudad de Heredia toma su nombre del Capitán General de Guatemala, don Alfonso Fernández de Heredia, quien el 1º de junio de 1674 confirió el título de villa a la población de la Inmaculada Concepción de Cubujuquí de Heredia. Cubujuquí nos recuerda el ancestro indígena; la Inmaculada Concepción, nuestra fe, y Heredia nuestra sangre hispana. Este rico patrimonio cultural y espiritual alimentó a nuestros labriegos y les dio bríos para dominar su proverbial pobreza.
Hija de la fé
Podríamos decir que Heredia es hija de la fe que aún se conserva en nuestras gentes. Los habitantes de los valles de Aserrí, Pacuaca y Barva recibieron el permiso de las autoridades de Guatemala para erigir una ayuda de parroquia, que se levantó en 1706 en el paraje de Alvirilla o La Lagunilla. En vista de que este lugar no era adecuado asiento para la población, en 1717 se trasladó la ermita a Cubujuquí, sede de la ciudad de Heredia. Posteriormente, en 1734, se erigió en parroquia independiente la filial de Cubujuquí, y ya para 1751 la población constaba de 24 casas de adobe y teja y 69 de paja, así como de una iglesia pequeña y pobre. En esta época, el obispo Morel dejó establecida la primera escuela. Encontramos, así, en los orígenes de la ciudad de Heredia, e binomio fe-cultura, el cual ha de ser como uno de los signos distintivos de esta ciudad.
Título de ciudad
En 1824, el Congreso Constituyente del Estado concedió a Heredia el título de ciudad por medio de su Jefe Supremo, Juan Mora Fernández. Así se inicia la etapa de consolidación de Heredia, «cuyos vecinos —según apunta don Tomás de Acosta en 1800— eran laboriosos, de arreglada conducta y vivían en paz y armonía». He aquí la definición cabal de los heredianos: laboriosos, ejemplares y pacíficos.
Vocación educativa y cultural
Quizá gracias a los caracteres propios de Heredia, y a las virtudes propias de los heredianos, según don Tomás de Acosta, nuestra ciudad tomó, desde que cobró vida propia, una clara vocación educativa y cultural, que la distingue entre las demás de Costa Rica.
En 1836 funcionó, gracias a don Damián Dávila y don Nicolás Ulloa, una Escuela de Música. Aquí se formó don Manuel María Gutiérrez, herediano, autor del Himno Nacional. Y esta Escuela de Música será, sin duda alguna, la raíz y fuente de inspiración de nuestra tradicional y querida banda de Heredia, así como de la Orquesta Sinfónica actual, prez y honra de esta ciudad.
En 1838, don Nicolás Ulloa y don Rafael Moya fundan una escuela preparatoria de maestros de enseñanza primaria. En este centro educativo vemos la aurora de los numerosos colegios y escuelas que, en lo futuro, habrían de enriquecer nuestra provincia, así como de nuestra Escuela Normal y de la actual Universidad Nacional.
Desde 1843, existen en nuestra ciudad algunas cátedras universitarias dependientes de la Universidad de Santo Tomás. Estas formaron el espíritu de don Cleto González Víquez. La actual Universidad Nacional podría considerarse, desde este punto de vista, como la culminación de un sueño secular.
En 1870 nace el Colegio de Heredia, y en 1875 se funda el primer Colegio de San Agustín, que dio vida años después al Liceo de Heredia, el cual, a su vez, dio a la luz la Escuela Normal de Heredia, foco de irradiación de la educación costarricense.
En síntesis, el gran despliegue cultural y educativo que se observa hoy en la ciudad de Heredia no es sino, como dijimos, la cristalización de nobles y viejos sueños seculares, así como la realización de un plan que nació con nuestras chozas y nuestros labriegos. De este modo, la fe, la educación y nuestro sentido rural de la vida constituyen nuestro mejor galardón y nuestras más hermosas credenciales, más apreciados hoy que nunca en un mundo convulsionado y contaminado física y moralmente.
Uno de los mejores regalos: la Universidad Nacional
Cuenta hoy la ciudad de Heredia con una universidad. Este es uno de los mejores regalos recibidos para conmemorar este sesquicentenario. A la vez, existen pocas ciudades tan adecuadas como ella para ser la sede de un centro de cultura superior.
Heredia es una ciudad silenciosa, recoleta, con sus raíces hundidas en la libertad, la sencillez, el espíritu democrático. Es, por lo tanto, el escenario ideal para el diálogo fecundo universitario, de respeto profundo a las ideas ajenas, así como para el análisis de todos los rumbos y vertientes de la ciencia y de la cultura, sin fanatismo ni dogmatismo de ninguna especie, sin servidumbre espiritual o ninguna ideología ni sometimiento personal a ningún dirigente. Una universidad, en fin, en la que el lema «Veritas liberabit vos» (la verdad os hará libres) sea, en realidad, nuestro pan cotidiano. El día en que esta verdad se prostituya por egoísmo, fanatismo, dogmatismo o adoctrinamiento, habrá claudicado la Universidad Nacional y Heredia habrá recibido su mayor ultraje. De aquí la necesidad de que, en la fecha de este sesquicentenario, los heredianos se comprometan a ser los garantes y guardianes de esta verdad, instrumento de libertad.
Orquesta Sinfónica: caso único
Si constituye una gloria ser la sede de una universidad, también nos honra en grado sumo contar con una Orquesta Sinfónica, caso único en Centroamérica. He aquí otro ejemplo o testimonio de la clara vocación cultural de la ciudad de Heredia, que hoy venimos a ratificar y a impulsar con mayor vigor y devoción, como lo atestigua el esfuerzo que estamos realizando para terminar la construcción de la concha acústica contigua al Fortín y la decisión de convertir a la casa del egregio patricio, don Alfredo González Flores, en hogar de la cultura de nuestra ciudad.
De este modo, la ciudad de Heredia podrá abrirse al mundo y a la patria con el mismo orgullo de otras pequeñas ciudades europeas, que tienen su poder y su grandeza en las universidades y en los centros culturales, y no en la magnificencia de sus edificios, o en el poderío militar o económico.
Importantes vías
Y como la cultura necesita también caminos, estamos trabajando con tesón para abrir dos importantes vías: una nueva carretera hacia San José, con un costo de 70.000.000 de colones, y la carretera Guápiles-Sarapiquí, que pondrá a disposición de Heredia un manantial de riqueza. Es nuestro propósito poner el desarrollo económico al servicio de la cultura. Heredia puede darle este ejemplo al país.
Una legión de hombres ilustres
La riqueza de la ciudad de Heredia no radica, pues, solo en el campo económico, sino también en su desarrollo cultural y, por consiguiente, en la calidad de sus hombres. De ellos dependió nuestro pasado y de ellos depende nuestro futuro.
Injustos seríamos si en esta fecha gloriosa no recordáramos una legión de hombres ilustres que nacieron o bien establecieron en nuestra ciudad su residencia, y que han enriquecido y labrado nuestro presente. Todos ellos honran este sesquicentenario. Son ellos, entre otros, Manuel María Gutiérrez, Rafael Moya, Luis Felipe González Flores, Luis Dobles Segreda, Juan Rafael Chacón, Alfredo González Flores, Wenceslao Argüello, Omar Dengo, que no es herediano de origen, pero que en nuestra Heredia realizó su gran obra educativa; Cleto González Víquez, Joaquín Lizano, Nicolás Ulloa, Braulio Morales, Juan J. Flores, Hernán Zamora, Ing. Manuel Benavides, Uladislao Gámez, Armando Céspedes, y muchos otros distinguidos varones que, junto con nuestros educadores, campesinos, obreros, profesionales y estudiantes, han sido la levadura de nuestro pueblo.
Digna representación
Quienes hoy han sido exaltados como ciudadanos de honor de la ciudad de Heredia son una digna representación de los hombres y mujeres que han engrandecido nuestra ciudad. Para ellos, en nombre del gobierno de la República, la más cálida felicitación.
Modelo de convivencia y desarrollo
En nombre del Presidente de la República, formulo votos por la ventura y prosperidad de la ciudad de Heredia, en esta fecha gloriosa y en las centurias por venir, y para que los heredianos, según la cita de don Tomás de Acosta, «sean siempre laboriosos, de arreglada conducta y vivan en paz y armonía».
El desenfreno del progreso económico, la deshumanización de la técnica y el frenesí del consumo amenazan los más nobles valores del hombre. Cuán necesario es, por ello, recobrar ciertos grandes principios y virtudes perdidos como la paz, la armonía y el espíritu de trabajo. La ciudad de Heredia es un escenario ideal para darle al mundo un ejemplo de sabor humano en todas las acciones del hombre.
Esta ciudad recogida, trabajadora y culta, en un país pacífico como Costa Rica, puede constituir este modelo de convivencia y de desarrollo que todos estamos buscando.
A partir de este sesquicentenario, éste podría ser nuestro mejor afán.