Precandidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberación Nacional, el 25 de mayo de 1984, en la Sala Kamakiri, en el homenaje a las mujeres costarricenses.
Dije un día —y no me cansaré de repetirlo en cada rincón de la patria— que el Partido Liberación Nacional tiene alma de mujer. No se trata de una figura retórica; tampoco de un halago pasajero. El alma de mujer del liberacionismo tiene profundas raíces históricas y una hermosa tradición que demuestran treinta y tres años de vida partidista.
En contraste con el resto de América Latina, en Costa Rica la mujer ha logrado importantes conquistas que se reflejan en oportunidades de estudio, trabajo y beneficios especiales para la familia.
El país ha avanzado mucho en la lucha por la emancipación de la mujer. Nuestro sistema educativo ha permitido incorporar a muchísimas mujeres a la fuerza laboral costarricense, y hoy ocupan puestos que antes se consideraban típicamente masculinos. Cito tan solo un ejemplo para mostrar la veracidad de esta afirmación: hace apenas veinte años las mujeres constituían menos del diez por ciento de la población estudiantil universitaria, hoy constituyen más del cincuenta por ciento de esa población.
Sabemos también de injusticias y discriminaciones. Es, realmente, la mujer la que sufre en mayor medida el peso de la angustia cotidiana. Es ella la que en silencio educa y alimenta a sus hijos y sirve de amparo y protección a su hogar. Es la mujer la verdadera heroína anónima de la difícil situación que hemos vivido durante los últimos años.
Deseo rendir homenaje en esta ocasión a los miles y miles de mujeres que desde su hogar han cumplido y cumplen la importante y difícil tarea de ser cabeza de familia, de ser el único soporte económico y emocional de sus hogares. Las estadísticas no las toman en cuenta, la sociedad no repara en su sacrificio; pero su labor, callada y tesonera como es, posee un valor inapreciable. A ellas mi admiración.
Nosotros no podemos contentarnos con que la mujer costarricense esté aquí mejor que en otras latitudes. Ello no basta. Hay que corregir errores e injusticias; pero hemos de saber que, sin el concurso pleno de la mujer, no solo desempeñando papeles de apoyo, sino también de liderazgo, Costa Rica no alcanzará jamás el desarrollo pleno que buscamos.
Mi lucha por darle a la mujer el lugar que se merece en la vida política, económica, social y cultural de este país no es una lucha de ahora. Con ocasión del Congreso Nacional de la Mujer Liberacionista, que con mucho acierto llevó el nombre de Marita Camacho de Orlich, en mi calidad de Secretario General de nuestro partido abogué por una mayor participación de la mujer en la vida pública del país, como requisito indispensable para evitar los extremismos en nuestra sociedad. Urgí a una definición en torno al ámbito de la democracia costarricense, al grado de sus libertades, al papel del empresario y del trabajador en el campo de la producción, así como al papel del Estado en nuestro futuro desarrollo. Convencido de que sin la presencia femenina no nos es fácil delinear una estrategia para dar la más intensa batalla contra la injusticia social, sin ceder en el campo de la libertad, le pedí a la mujer vencer la apatía y participar. Dije entonces:
«La mujer debe participar porque hay que decirle al joven que no debe desesperar, que habrá para él un futuro y que no permitiremos que los problemas y obstáculos del presente comprometan ese futuro. La mujer debe participar para exigir soluciones, porque estamos cansados de odios y rencores que a nada conducen. La mujer debe participar porque tenemos que construir una sociedad más solidaria y más justa.»
Hoy soy un convencido de que la mujer debe estar presente en la preparación de las leyes de la República. Su pensamiento, sus sentimientos, sus propios intereses no pueden dejar de tenerse en cuenta. Pienso en varias mujeres legisladoras —las más posible— porque en nuestras leyes ha faltado ese enfoque positivo, concreto, realista y honesto de la mujer costarricense. Nadie como ella para representar las ideas de la familia, las necesidades de la comunidad y los requerimientos de la población infantil.
Quiero también mujeres en el Consejo de Gobierno, aportando su idealismo, iluminando con su visión, orientando con su conocimiento, vinculando siempre sus decisiones a los mejores intereses de la patria.
Quiero a las mujeres en los gobiernos locales, porque nadie como ellas conoce, vive y siente la realidad socioeconómica costarricense, nadie como ellas brinda más claros y positivos aportes.
Quiero a las mujeres en las instituciones autónomas, porque están capacitadas para su manejo, porque saben anteponer las metas y los objetivos para los que fueron creadas, ante cualquier otro interés.
Si el pasado nos muestra que la mujer no exige en épocas de bonanza, nos muestra también cómo entrega en épocas difíciles. Si el pasado nos muestra momentos críticos en el mantenimiento de nuestra paz y en la repartición de sacrificios económicos, nos muestra también cómo la mujer contribuyó siempre con grandeza y desprendimiento para que la violencia y la desesperación estuviesen siempre ausentes de la vida de los costarricenses.
No puedo dejar de mencionar aquí y en esta ocasión algunos hechos específicos y algunas mujeres que se yerguen como ejemplo y testimonio de mis afirmaciones. ¡Cómo no recordar hoy a Manuela Escalante, a Pacífica Fernández Oreamuno, a Angelita Acuña de Chacón, a Emma Gamboa, a María del Rosario Quirós, a María Teresa Obregón de Dengo, a Carmen Lyra! ¡Cómo no recordar cuando un desfile de mujeres, en la época de los Tinoco, culminó en el incendio del periódico «La Información», iniciándose así la caída del dictador! ¡Cómo no recordar aquel 2 de agosto de 1947, cuando las mujeres desfilaron frente a la Casa Presidencial, mostrando su coraje e hidalguía para protestar contra la arbitrariedad! ¡Cómo no recordar la participación de doña Emilia Solórzano, esposa de don Tomás Guardia, en la abolición de la pena de muerte y, como ella, a tantas otras mujeres que influyeron e influyen en sus maridos a la hora de las grandes decisiones!
Aquí está representada, esta tarde, la mujer costarricense, con la cual mi precandidatura presidencial reafirma hoy un compromiso histórico. Así como ayer la abolición de las fuerzas armadas marcó un hito que grabó para siempre el camino del desarrollo democrático de los costarricenses, hoy estamos convencidos de que la incorporación política y económica de la mujer marcará el hito que asegure nuestro paso hacia un desarrollo mayor. Lo haremos sin renunciar jamás al diálogo, sin caer en la tentación de usar la violencia, sin dudar de los caminos de paz.
Cuando otros pueblos siguen pensando que la garantía de estabilidad puede encontrarse solo en la fuerza de las armas, nosotros reafirmamos aquí que solo la fuerza que emana del alma logrará encontrar la paz y robustecer la democracia.
Costa Rica necesita esa alma porque en la renovación de ideas y programas se requerirán cuotas más altas de comprensión. Costa Rica necesita esa alma, porque en la búsqueda y la consolidación de nuestro camino de futuro necesitamos reencontrar la fe. Costa Rica necesita esa alma porque no es posible pensar en un mayor crecimiento económico y social sin repartir con más equidad sus beneficios, Costa Rica necesita esa alma porque, ante la amenaza exterior y ante la enorme crisis económica interna, no podemos perder la esperanza de que habremos de afrontar con éxito ambos desafíos.
No tengo miedo ni dudo un instante de que tenemos la creatividad y el coraje que hoy demandan los costarricenses. Si no tengo dudas, si ante la adversidad se renueva mi entusiasmo y se acrecienta mi fe es porque sé, hoy más que nunca, que esa alma que necesita Costa Rica es el alma de mujer que tiene mi partido.
Si los hombres y las mujeres de Liberación Nacional me escogen como su candidato en la próxima Convención, declaro que el partido tendrá como uno de sus compromisos medulares propiciar la igualdad económica, social y política de la mujer. Como símbolo de ese compromiso quiero anunciarles, con orgullo, que una mujer ocupará una de las vicepresidencias de la República. Su misión, aparte de aquella que le encarga la Constitución Política, será velar desde el primer día del próximo gobierno para que este compromiso se cumpla. Puedo asegurarles, además, que mi esposa Margarita no me dejará olvidar nunca esta promesa.
Gracias por el apoyo de ustedes. El respaldo que significa la presencia de ustedes aquí, esta tarde, compromete mi gratitud. Desde hoy multiplicaré aún más mis esfuerzos por la construcción de una nueva Costa Rica.
Como liberacionistas debemos tener la valentía, la determinación y la flexibilidad para reconocer, cuando nos hemos equivocado, que es necesario rectificar. Nada esclaviza más que el dogma.
Vivimos en una Costa Rica muy amenazada, pero peores enemigos que el Ejército Sandinista lo son el cinismo, la mentira, la demagogia, la promesa que no se puede cumplir, la insensibilidad ante el hambre de nuestro pueblo y, sobre todo, el ambicionar el poder político con el propósito de conseguir poder económico.
Vivimos en una Costa Rica muy distinta de la Costa Rica de 1948. Termina una etapa de Liberación Nacional y se inicia una nueva era. El reto de hoy es el porvenir.
Luchemos juntos, compañeras mías, por la construcción de una nueva Costa Rica. Una Costa Rica más libre, una Costa Rica más democrática, una Costa Rica más tolerante, una Costa Rica más solidaria, una Costa Rica más justa. Una Costa Rica, en suma, con alma de mujer.