Una alborada de esperanza

Discurso

Precandidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberación Nacional, el 22 de setiembre de 1984, ante un grupo de mujeres heredianas en la Sala Pentágono, en la ciudad de Heredia.

Dije un día, y no me cansaré de repetirlo, que el Partido Liberación Nacional tiene alma de mujer. No se trata de una figura retórica; tampoco de un halago pasajero. El alma de mujer del liberacionismo tiene profundas raíces históricas y una hermosa tradición.

La historia de las últimas décadas nos enseña que la mujer costarricense ha logrado importantes conquistas, conquistas que se reflejan en oportunidades de estudio, trabajo, y beneficios especiales para la familia.

Mucho hemos avanzado en la lucha por la emancipación de la mujer. Pero no lo suficiente. Se cometen todavía muchas injusticias y discriminaciones. Es la mujer la que sufre en mayor medida el peso de la angustia cotidiana. Es ella la que en silencio educa y alimenta a sus hijos y sirve de amparo y protección a su hogar. Es la mujer la verdadera heroína anónima de la difícil situación que hemos vivido durante los últimos años.

Mi lucha por darle a la mujer el lugar que se merece en la vida política, económica, social y cultural de este país no es una lucha de ahora. Con ocasión del Congreso Nacional de la Mujer Liberacionista, que con mucho acierto llevó el nombre de Marita Camacho de Orlich, en mi calidad de Secretario General de nuestro partido abogué por una mayor participación de la mujer en la vida pública del país, como requisito indispensable para evitar los extremismos en nuestra sociedad. Convencido de que sin la presencia femenina no nos es fácil delinear una estrategia para dar la más intensa batalla contra la injusticia social, sin ceder en el campo de la libertad, le pedí a la mujer vencer la apatía y participar. Dije entonces:

«La mujer debe participar porque hay que decirle al joven que no debe desesperar, que habrá para él un futuro y que no permitiremos que los problemas y obstáculos del presente comprometan ese futuro. La mujer debe participar para exigir soluciones, porque estamos cansados de odios y rencores que a nada conducen. La mujer debe participar porque tenemos que construir una sociedad más solidaria y más justa.»

Mi compromiso con la mujer costarricense no es de hoy; es de siempre. Se acerca, sin embargo, la hora de hacer patentes mis ofrecimientos. De pasar de la promesa al hecho, de la prédica a la práctica. He dicho reiteradamente que quiero la mayor cantidad posible de mujeres legisladoras, para que nuestras leyes jamás adolezcan de ese sentido humanista que nadie mejor que la mujer puede aportar.

He dicho también que quiero mujeres presentes en el Consejo de Gobierno, aportando su idealismo, iluminando con su visión, orientando con su conocimiento, vinculando siempre sus decisiones a los mejores intereses de la patria.

He dicho también que quiero a las mujeres en los gobiernos locales, porque nadie como la mujer conoce, vive y siente la realidad socieconómica costarricense.

He dicho que quiero a las mujeres en las instituciones autónomas, porque están capacitadas para su manejo, porque saben anteponer las metas y los objetivos para los que fueron creadas ante cualquier otro interés.

He dicho, con legítimo orgullo —porque seré el primer Presidente de la República en dar tan trascendente paso—, que gobernaré con una mujer como Vicepresidenta.

Mujeres heredianas: el próximo 27 de enero, un hijo de esta bella provincia, como todas ustedes, asume la responsabilidad de conducir nuestra bandera verde y blanca hacia una nueva victoria. Treinta y cuatro años después de su nacimiento, Liberación Nacional cambia de guardia. Si, amigas mías, el próximo 27 de enero la antorcha pasa a una nueva generación de liberacionistas.

La huella que ha dejado Liberación Nacional en nuestra historia debe ser motivo de orgullo permanente para todos nosotros. Tenemos un pasado fructífero y luminoso. Esa verdad es innegable. Hemos cometido errores, y esto también es innegable. Pero un balance sereno y objetivo entre los aciertos y los yerros nos lleva a concluir que prevalece lo positivo, y es esa realidad histórica y política la que nos hace estar en el presente y aspirar al futuro. El pasado nos justifica. El presente revalida nuestras credenciales como el más importante movimiento político y el porvenir nos espera, como actores válidos, como protagonistas naturales del cambio y la renovación que el hombre, la mujer y el joven de Liberación Nacional demandan.

Somos el único partido político de la Costa Rica de hoy que avala su pasado y que levanta con orgullo sus aciertos y no niega sus errores. Esto es así y podemos proclamarlo, con la frente muy en alto, a los cuatro vientos.

Entre los desaciertos del pasado de Liberación Nacional no está el haber negado la libertad de sufragio, el haber burlado la voluntad mayoritaria de un pueblo, el haber cambiado y anulado los resultados de una elección popular. Entre los desaciertos del pasado de Liberación Nacional no está el habernos sumido en el caos. No es Liberación Nacional el responsable de haber sembrado la miseria en miles y miles de hogares, de haber destrozado el valor de nuestra moneda, de haber anarquizado nuestra economía, dejando al borde de la quiebra al empresario nacional, deteriorando la capacidad de compra del salario de nuestro trabajador, destruyendo una clase media de profesionales, educadores y pequeños empresarios, clase media que mucho nos costó construir y que ha sido el pilar fundamental de la estabilidad y la paz de la democracia costarricense.

Entre los desaciertos del pasado de Liberación Nacional no está tampoco el haber cambiado la geopolítica de Centro América en contra de la democracia, haciendo posible que en países hermanos alcanzaran el poder fuerzas extrañas totalmente ajenas a nuestra manera de ser y de pensar. Ese pasado, losa suficiente para hundir cualquier ambición electoral, no pertenece a Liberación Nacional. Pertenece al pasado reciente de la Unidad, que en 1978 eligió a Rodrigo Carazo como Presidente de esta nación y que en 1984 postulará como candidato presidencial a Rafael Angel Calderón Fournier. Es patrimonio de ambos, Carazo y Calderón, ese lastre que ahora los descalifica ante la conciencia de nuestro pueblo. Es esta realidad la que nuevamente coloca, como en ocasiones anteriores, sobre los hombros de Liberación Nacional y de cada uno de nosotros la enorme responsabilidad de prepararnos para gobernar cuatro años más a partir de mayo de 1986.

El próximo 27 de enero Liberación Nacional no escoge un candidato. Escoge un camino. Escogemos un nuevo sendero, una nueva ruta, un nuevo horizonte que nos conduzca hasta la terminación de este milenio. Con el apoyo de ustedes, mujeres heredianas, vamos a triunfar. Volvamos a ver hacia adelante, que el futuro nos espera. Unicamente quienes no escondemos el pasado, porque nos avergüenza o porque no tenemos el coraje suficiente para responder por él, tenemos derecho de aspirar a gobernar en el futuro. Los que esconden su pasado, y esconder es también una manera de engañar, no tienen derecho a pedir los votos para gobernar en el mañana.

El gobierno de la Unidad, el gobierno en que ejerció la Presidencia de la República Rodrigo Carazo y su muy recordado canciller, Rafael Angel Calderón Fournier, no fue un mal gobierno, un gobierno de yerros, de promesas incumplidas, de demagogia, de ausencia de imaginación. No, amigas heredianas, los cuatro años del carazocalderonismo no constituyeron un mal gobierno. Malos gobiernos hemos tenido muchos a través de nuestra historia. El gobierno de Carazo y Calderón fue algo más que un mal gobierno. Fue una tragedia, una catástrofe, un holocausto.

Cuando los historiadores escriban la historia reciente de nuestra patria, sin duda alguna el gobierno de Carazo y Calderón merecerá un capítulo aparte. Rodrigo Carazo, con sus asesores, los mismos asesores de Calderón, destruyeron Costa Rica. La voluntad de nuestro pueblo impedirá que este episodio gris de nuestra historia pueda volver a repetirse.

A partir de mayo de 1982 nuestro glorioso partido, con Luis Alberto Monge como Presidente de la República, inició el rescate y la reconstrucción de esta maravillosa Costa Rica. La tarea no ha sido fácil. Son muchos los sacrificios, que con gran valentía y determinación, ha tenido que imponer el actual gobierno. No es sino hasta ahora que comenzamos a ver la luz dentro de las tinieblas de la herencia del gobierno de Carazo y Calderón. Y si la luz no es muy radiante no es por culpa de quienes tratamos de iluminar el camino de Costa Rica. Es culpa de la profundidad de las tinieblas en que sumieron a la patria los mentores de la Unidad.

Mujeres heredianas: no es este el momento para lágrimas ni recriminaciones. Vamos a levantarnos para luchar contra la adversidad, con valentía y decisión, sin rencores ni amarguras. Son muchos y muy complejos los problemas que enfrentamos, y no son fáciles sus soluciones. Juntos, todos, mujeres y hombres, debemos aprovechar esta justa interna que nos ofrece Liberación Nacional para encontrar respuesta a los muchos retos que enfrentamos. La participación activa y permanente de ustedes impedirá que podamos apartarnos de nuestro empeño por lograr igualdad de oportunidades para todos. La participación de la mujer será la mejor garantía de que el diálogo constructivo jamás será sustituido por la rencilla egoísta.

Mujeres heredianas: las invito a avanzar con fe en el futuro. Sin el respaldo de ustedes, sin el apoyo de ustedes, sin el trabajo de ustedes no es posible salir airosos de esta prueba democrática.

Una alborada de esperanza comienza a vislumbrarse en el horizonte nublado de la patria, pero nada nos será dado gratuitamente. Todo tendremos que construido con nuestras propias manos. Jorge Debravo lo dijo muy bien:

«Hoy no es día de sentarse de espaldas a la vida,
con las manos en cruz y un Jesucristo amargo en las rodillas.
Hoy no es día de enclaustrarse en conventos mohosos
ni de cantar canciones de novia abandonada.
Hoy no es día de ponerse a sumar amoríos
y a inventariar los sueños y las tristezas viejas.
Hoy es día de correr, con los brazos en alto,
a trabajar la tierra más feraz y más ancha
y sembrar las semillas de la vida.
Hoy es día de hacer campo para cada muchacho,
para cada muchacha, para cada hombre joven, sudoroso.
Hoy es día de aserrar millones de cadenas
y día de buscar panes para nutrir hambrientos.
Hoy es día de arar con arado de fuego las eras del amor y el entusiasmo
».