Discurso pronunciado por el Dr. Oscar Arias Sánchez, Ministro de Planificación Nacional y Política Económica, el 25 de junio de 1975, en el almuerzo mensual de la Cámara de Comercio de Costa Rica, en el Club Unión, de San José.
La planificación no es una utopía
Si todos los días trabajamos juntos por el desarrollo económico y social del país, cada uno en su esfera de acción propia, justo es que nos reunamos alguna vez para conversar sobre las perspectivas de la economía, que a fin de cuentas es obra nuestra.
Representa un honor para mí y para la Oficina que dirijo, este convivio. No siempre tiene uno la oportunidad de departir con tan selecta concurrencia de hombres de empresa, así como de probar que la planificación no es una ciencia abstracta ni una utopía, sino un constante esfuerzo de racionalización para no fracasar. Mi actitud ha sido la búsqueda permanente de un diálogo con los sectores productivos, lo cual constituye un requisito indispensable en un proceso de planificación dentro de una sociedad como la nuestra.
Plan Nacional de Desarrollo
Me propongo hoy conversar sobre los objetivos originales del Plan Nacional de Desarrollo, los obstáculos encontrados para alcanzar estos objetivos, las características de nuestro desarrollo en las últimas dos décadas, así como los nuevos planteamientos que se requieren para el futuro. Finalmente, trataré de analizar la viabilidad de lograr el futuro desarrollo dentro de nuestro sistema político.
Cuando, en marzo de 1973, nos propusimos, en la Oficina de Planificación Nacional, elaborar un Plan Nacional de Desarrollo para el quinquenio 1974-1978, pensábamos en la necesidad de fijar ciertos objetivos que sirvieran tanto para el corto como para el mediano y largo plazos.
Pensábamos entonces en la necesidad de disminuir la brecha social y, con este propósito, deseábamos reducir al mínimo los niveles de desempleo y subempleo.
Queríamos una transformación de la estructura productiva, así como aumentar el ahorro y la inversión de carácter nacional. Luchábamos por un desarrollo regional más equilibrado y por lograr la máxima utilización de los recursos naturales, renovables y no renovables. Con el propósito de lograr lo anterior, estábamos convencidos de que era sumamente urgente aumentar la eficiencia del sector público, para lo cual era necesario realizar algunas reformas institucionales de importancia.
Junto a estos objetivos de mediano y largo plazos, contemplábamos otros de corto plazo, relacionados fundamentalmente con la solución del problema que ha venido acompañando al desarrollo económico del país durante muchos años: su persistente desequilibrio en el comercio internacional. También se le prestó atención a un problema que ya a mediados de 1973 mostraba tendencia a agravarse: el efecto de la inflación mundial en la situación económica interna.
Cambio radical de la situación económica
Como es de todos conocido, la situación experimentó un cambio radical hacia finales de 1973, lo cual nos obligó a darle más importancia a la consecución de los objetivos de corto plazo, es decir, el equilibrio de la balanza de pagos y el control del nivel de precios, y posponer, en alguna medida, los de mediano y largo plazos.
Al finalizar 1973, nos vimos inmersos, de repente, en un proceso inflacionario, con una elevación de precios que alcanzó el 34% en 1974. El aumento de los precios de las materias primas y los bienes de capital que importábamos —principalmente el petróleo y sus derivados, como los fertilizantes; la maquinaria y algunos alimentos básicos de nuestra dieta, como el trigo—, así como el deterioro de los precios de nuestros principales productos de exportación, produjeron un déficit en la cuenta corriente de aproximadamente 260.000.000 de dólares en 1974. Esta difícil situación solo fue atenuada merced a los altos niveles de endeudamiento externo a los cuales fue necesario acudir. Además, la recesión mundial comenzó a tener, a principios del año pasado, su impacto en nuestra economía. Como consecuencia de todo lo anterior, hubo una disminución de la inversión privada en ciertos sectores, disminución que ha afectado a la producción.
Obstáculos
Estos problemas, conocidos por todos ustedes, no tienen, como es evidente, una solución fácil. Los obstáculos que encontramos son muchos y muy variados. En primer término, debemos mencionar que en una economía como la nuestra es sumamente difícil alcanzar los cambios sociales y políticos que la sociedad demanda, sin afectar el coeficiente de inversión y el ritmo de crecimiento económico.
Es muy grande el reto que afrontamos. Como se puso de relieve en la conferencia mundial sobre la crisis de alimentos, celebrada recientemente por la FAO en Roma, anteriormente se buscaba una estrategia de desarrollo para crecer, mientras que en la actualidad esa estrategia es para sobrevivir. Los neomalthusianos, a veces con cierto cinismo, nos recomiendan el genocidio para solucionar este problema. También se habla últimamente de la necesidad de crear un «nuevo orden económico». Ello implica la necesidad de incorporar amplios sectores marginados de la población al mercado de bienes y servicios. En última instancia, no es posible crear un nuevo orden económico con estómagos vacíos.
En segundo lugar, otro obstáculo importante para resolver la presente crisis es la dificultad que encontramos para generar ahorro y canalizarlo hacia las actividades productivas. El gran crecimiento de las clases medias burocráticas que ha experimentado nuestra sociedad en los últimos veinticinco años ha sido de suma importancia desde el punto de vista de nuestro equilibrio social. Sin embargo, ello no deja de representar una seria dificultad para lograr una capitalización más acelerada, pues constituyen grupos sociales con una alta tendencia al consumo y con gran poder de negociación para obtener aumentos de salarios, ya que controlan el suministro de servicios vitales para el funcionamiento de la administración pública. El costarricense de cuello blanco, relativamente independiente desde el punto de vista económico, aunque culturalmente depende de los estratos sociales superiores, a los cuales tiene como marco de referencia, en cierto grado ha dificultado, por medio de su constante presión en demanda de mayores reivindicaciones salariales, que la distribución del ingreso nacional beneficie más a los más débiles. Con el crecimiento de los servicios, principalmente estatales, se ha observado no solo el fortalecimiento de las clases medias burocráticas, cuya principal característica es su propensión al consumo, sino también el relativo estancamiento de las clases medias productivas, cuya principal característica, por el contrario, es su deseo de ahorrar y de asumir riesgos como empresarios.
El nivel de consumo
Pero no solo aquí está el problema. La sociedad costarricense tiene un nivel de consumo superior al que le permite la capacidad productiva del país. No tenemos, desde luego, nada en contra del consumo comúnmente calificado de suntuario. Sería ideal que toda familia dispusiera de los distintos bienes y servicios que caracterizan a la civilización occidental. Sin embargo, esto solo debería darse cuando todos los costarricenses hayan satisfecho sus necesidades elementales.
La propaganda, que debería servir fundamentalmente para informar a los compradores acerca de las distintas opciones en relación con un determinado producto, se ha especializado, en muchos casos y mediante las técnicas más modernas, en estimular el consumo de artículos no necesarios e, inclusive, superfluos. Esto no solo nos lleva a elevar el nivel total de consumo, sino que también impide mejorar el nivel de ingreso o la capacidad productiva de la familia costarricense.
Desequilibrio
En 1972, la demanda interna del país —o sea, la suma de los bienes y servicios adquiridos por los costarricenses para dedicarlos al consumo y a la inversión— fue de 8.700.000.000 de colones, en tanto que el producto interno bruto —es decir, el monto de los bienes y servicios producidos en el país— fue de 8.200.000.000 de colones, con lo cual se produjo un desequilibrio de 500.000.000 de colones. Esta diferencia, que es igual al déficit de la cuenta comercial del país, significa que el país utilizó más bienes y servicios de los que fue capaz de producir. En otras palabras, para poder preservar este nivel de vida, fue necesario recurrir a un fuerte endeudamiento externo.
Este desequilibrio viene produciéndose en forma continua y creciente desde los primeros años de la década de 1950, y en los últimos períodos tiende a incrementarse. En efecto, el déficit comercial en 1972, fue de 500.000.000 de colones, en 1973 alcanzó los 600.000.000, en 1974 giró alrededor de los 2.000 .000.000 y posiblemente ascienda a unos 2.700 .000.000 en 1975. Esta situación no puede continuar indefinidamente, por lo que se requiere frenar urgentemente la expansión de ese desequilibrio y reducir su magnitud. Al respecto, no podemos desconocer las grandes dificultades políticas y sociales que surgen al tratar de ajustar la demanda nacional a lo que realmente producimos.
La inversión extranjera
En último término, considero que otra dificultad importante para solucionar la presente crisis es la falta de orientación con respecto a la inversión extranjera. Creo que es urgente determinar en qué campos deseamos estimular esta inversión, con el propósito de fomentarla al máximo y otorgarle la seguridad que demanda. Los países pobres se encuentran ante la necesidad de diseñar una política que permita, de una parte, atraer el capital, la tecnología y la capacidad empresaria extranjeros y, por otra parte, proteger los legítimos intereses de los empresarios nacionales.
El esfuerzo de todos
Los valladares citados no son fáciles de vencer. No me cabe duda de que, con determinación y decisión firmes, será posible encontrarles una debida solución. Creo que en la búsqueda de esta solución, tanto ustedes como los otros grupos empresariales del país y todas las instituciones del Estado, deben jugar un papel de primordial importancia. El progreso de Costa Rica, hoy como ayer, no puede ser el resultado del esfuerzo de unos pocos. Habrá progreso en el tanto en que todos estemos comprometidos.
Si bien el camino por recorrer es largo e incierto, los logros obtenidos por nuestro país en el campo económico, en su proceso de cambio social y en su avance institucional, son bastante significativos. Aunque someramente, veamos cuáles son las principales características de nuestro desarrollo pasado.
Dependencia económica
En primer término, una nota distintiva del desarrollo en las últimas dos décadas es el carácter dependiente de nuestra economía. Hasta 1959, fuimos un país eminentemente exportador de productos primarios. Las violentas fluctuaciones sufridas por los precios internacionales de los productos agropecuarios en los años 50, llevaron al país —y a Centroamérica— a cambiar su política de desarrollo. A partir de 1959, Costa Rica entra en un proceso de industrialización basado en una política de sustitución de importaciones sin una orientación suficientemente definida.
Instrumentos de desarrollo
Los principales instrumentos para realizar este proceso han sido la protección arancelaria y los incentivos fiscales. Esta protección arancelaria, relativamente alta y sesgada hacia las industrias productoras de bienes para el consumo de las clases media y alta, si bien fue necesaria en un principio para iniciar el proceso de industrialización, ha creado una estructura de producción industrial altamente dependiente de insumos importados. El sistema de protección mencionado, que exime de impuestos a una mayoría de los insumos industriales, es la principal causa de que existan pocos incentivos para la producción de bienes intermedios en el país.
Por otra parte, los incentivos fiscales y financieros —tales como la importación de maquinaria y de equipo libres de aforos, la exención del impuesto sobre la renta y las tasas de interés subsidiadas— tienden a abaratar el precio del capital con respecto al precio del factor trabajo. Lo anterior ha provocado, como es de esperar, la utilización intensiva de maquinaria y equipo con relativamente poca absorción de nuevos empleos por cada colón invertido.
Concentración del ingreso
Otra característica importante del desarrollo en los últimos veinte años es la mayor concentración del ingreso en determinados estratos sociales. La concentración del ingreso es un efecto del desarrollo, pero también y sobre todo es una condición necesaria para lograr ese desarrollo.
El proceso de industrialización ha requerido, para su supervivencia y fortalecimiento, de la existencia de determinados grupos sociales con suficiente poder de compra para adquirir los bienes producidos en el país. Así, por ejemplo, cuando producimos automóviles —o más bien, ensamblamos automóviles—, de antemano sabemos que vamos a satisfacer la demanda de no más de 300.000 costarricenses. En efecto, el 85% de los autos en nuestro país está en manos del 10% más rico de la población. La sociedad de consumo, como se puede observar , requiere una alta estratificación social. En sociedades como la nuestra, el sistema de producción demanda la existencia de grandes diferencias en los niveles de ingreso. Tanto el empresario como el trabajador son un «homo económicus» y responden primordialmente a incentivos materiales. Además, vale la pena resaltar que esta concentración del ingreso no ha ido acompañada de una inamovilidad del ingreso: los ricos de hoy no son los mismos de ayer. Es evidente que en Costa Rica ha habido una significativa movilidad intergeneracional.
En los últimos diez años, sin embargo, la posición relativa del 40% más pobre de la población no ha mejorado. En efecto, entre 1958 y 1971, el crecimiento anual promedio del PNB fue de alrededor del 8%, mientras que el crecimiento del ingreso del 40% inferior de la población fue aproximadamente del 5%, lo cual indica que su posición relativa empeoró. En otras palabras, hubo una concentración del ingreso, la cual se dio fundamentalmente en favor de la clase media.
Otra característica que deseo poner de relieve, en cuanto al desarrollo pasado, es la concentración de ese desarrollo en la Meseta Central. Este desequilibrio regional no solo es producto de una concentración de la inversión privada en el Valle Central, sino también de una inadecuada distribución de los recursos públicos.
Comercio exterior
Finalmente, cabe destacar la elevada dependencia de nuestro país en cuanto al comercio exterior. En efecto, las importaciones representan en la actualidad más del 25% de la oferta global, a la vez que más de una tercera parte de la producción nacional se exporta a mercados internacionales. Por otro lado, el ahorro externo financia alrededor del 40% de la inversión total. Pero la dependencia no es únicamente económica. Más crítica y peligrosa quizá lo sea la dependencia intelectual o cultural: vivimos importando valores sociales y patrones de consumo muy alejados de nuestra realidad y de nuestras posibilidades.
Conceptos tradicionales del desarrollo
Creo que las características señaladas anteriormente deben hacernos reflexionar sobre algunos conceptos tradicionales del desarrollo costarricense en los últimos años. En primer lugar, considero que se debe dudar del uso que se hace de los índices per cápita. La verdad es que cuando hablamos de ingreso per cápita, promedio de vida, salario promedio, esperanza de vida, promedio de analfabetismo y promedio de desocupación, estos indicadores no nos muestran la realidad de la cosas. Creo que en gran medida los índices per cápita solo han servido para ocultar la verdadera situación de nuestra sociedad.
Por otra parte, me parece importante reconocer que para nosotros, los costarricenses, el desarrollo no puede ni debe ser neutral, sino, por el contrario, debe estar comprometido con el más débil, por lo cual es necesario, fundamentalmente, ayudar al más pequeño, al más inseguro, al más necesitado, al más pobre. Una reorientación de este tipo se puede lograr en mejor forma a medida que se determinen con mayor precisión los estratos más pobres de la sociedad y se realice un análisis más a fondo de la política de inversiones necesaria para llegar a esos grupos.
Pobreza rural y migraciones
En la actualidad, la mayor parte de los pobres se encuentra en las zonas rurales. Esa pobreza de las zonas rurales ha provocado la migración hacia las ciudades, en donde han aparecido extensos grupos de marginados, la mayoría de los cuales son de origen campesino. Todos los análisis realizados indican que muy probablemente esta situación persista durante los dos o tres próximos decenios. Por ello, a menos que se tomen medidas para beneficiar directamente a los segmentos más pobres de la población, las desigualdades del ingreso se intensificarán. Por consiguiente, si se desea lograr un progreso significativo en la solución del problema de la pobreza absoluta en las zonas rurales, no hay más alternativa viable que la de incrementar la productividad de la pequeña agricultura. El mejoramiento del nivel de vida del pequeño agricultor tendrá como consecuencia una disminución de las migraciones del campo hacia la ciudad.
Medidas redistributivas
Al igual que en muchos otros países, en Costa Rica resulta posible un alto grado de desarrollo global acompañado, a la vez, de un empobrecimiento creciente de determinados grupos sociales. No solo las medidas redistributivas indirectas que se ejecutan por medio del gasto público, sino aun medidas de carácter directo, como la política de salarios reales crecientes, han resultado insuficientes para hacer llegar los beneficios del progreso a los estratos sociales inferiores. Es necesario intensificar el impacto redistributivo del gasto público mediante limitaciones a los programas que beneficien a las clases alta y media y a la vez estimular programas nuevos tendientes a favorecer en forma directa tanto al pequeño agricultor como al marginado de la ciudad. Quienes tenemos un ideario socialdemócrata estamos convencidos de que no es posible lograr en Costa Rica una democracia social mientras no se establezca una mayor democracia económica, lo cual implica una difusión mayor de la propiedad de los medios de producción, para crear, de esta manera, un sector empresarial más numeroso y popular.
La difícil coyuntura actual y las perspectivas para el futuro nos plantean un enorme reto. Es necesario buscar y encontrar nuevos planteamientos y soluciones propias para el desarrollo futuro de Costa Rica. Dada nuestra pequeñez geográfica, no es viable un desarrollo autónomo. Debemos fortalecer el Mercado Común Centroamericano, revisándolo y adecuándolo a las necesidades de hoy. Para lograr este objetivo, se requiere un cambio en el sistema de protección arancelaria y de incentivos fiscales para aumentar la manufactura de productos en los cuales se empleen materias primas nacionales y más de mano de obra por colón invertido. Pero, fundamentalmente, debemos volver los ojos hacia nuevos mercados, lo cual implica dar a los exportadores incentivos equivalente a la protección que se les otorga a quienes producen para el mercado interno y para Centroamérica. Es, también, importante crear nuevas formas de asociación con los países latinoamericanos. El Sistema Económico Latinoamericano (SELA), que propician México, y Venezuela , es un claro ejemplo de ello.
Cambio de orientación
Además del cambio de orientación del sector industrial, se requiere un rápido desarrollo del sector agropecuario, especialmente un aumento de la productividad del pequeño agricultor. Ahora bien, ningún intento de incrementar esta productividad puede tener éxito en un clima de estancamiento general de la economía. Los pequeños agricultores no pueden prosperar, a menos que otros sectores experimenten un crecimiento significativo que les permita generar los recursos necesarios para el desarrollo de la agricultura, así como la demanda requerida para absorber su mayor producción. Pero lo contrario también es cierto y es hora de que lo reconozcamos. Si la pequeña agricultura no progresa a un ritmo rápido en todo el mundo en desarrollo, habrá pocas posibilidades de lograr un crecimiento económico estable a largo plazo, o de mitigar en medida significativa la pobreza de amplios sectores de la población.
Canalización de recursos
Para poder realizar un desarrollo acelerado de los sectores industrial y agropecuario se requieren fondos masivos en mejores condiciones que las usuales en la actualidad. Creo que es cuestión de tiempo el que los países miembros de la OPEP canalicen sus recursos hacia los demás miembros del Tercer Mundo. Las naciones subdesarrolladas no productoras de petróleo, debemos exigirles a los miembros de la OPEP una mayor solidaridad en nuestra lucha por salir de la pobreza. De no darse este reciclaje de los recursos financieros de la OPEP, la brecha entre los países ricos y lo países pobres continuará aumentando hasta el grado en que, ya muy pronto, el 10% de la población del mundo tendrá el 70% del ingreso mundial.
El mínimo vital
Las dificultades citadas anteriormente nos llevan a introducir en el desarrollo de los próximos decenios el más importante quizá de todos los nuevos planteamientos: el concepto del «mínimo vital». Como es indudable, el crecimiento de la producción de bienes y servicios no necesariamente beneficia a los más necesitados, por lo que se deben elaborar proyectos específicos en favor del 20% o del 30% más pobre de la población. Los programas de nutrición, que con tanto empeño ha propiciado el Presidente Oduber, son un buen ejemplo de proyectos concretos para beneficiar a los más pobres de la sociedad. Es importante fijarse metas de consumo y producción con base en necesidades mínimas humanas. El sistema de mercado ignora a los pobres, por cuanto éstos no tienen poder de compra. Es urgente, entonces, planificar el consumo, si deseamos salvar a nuestra sociedad de la violencia y el caos.
El crecimiento del producto interno bruto no necesariamente debe ser un fin en sí mismo, sino una resultante de la política de empleo y de distribución de ingreso. Es importante alcanzar una mayor producción, siempre y cuando ésta sea compatible con una distribución más justa de los bienes y servicios que la sociedad crea.
Debemos preocuparnos por el ingreso y el consumo mínimo y no por el per cápita. Nuestra finalidad debe ser la composición del producto. Por lo tanto, debemos planificar la producción dándole prioridad al «qué vamos a producir» más que al «cuánto vamos a producir». No hay duda de que en el tanto en que nuestra única meta sea producir de la manera más eficiente posible, según la pauta de los países más avanzados, la mayor cantidad de bienes y servicios, lo único que lograremos será alienar a aquellos sectores de la población que observan cómo el desarrollo económico sólo tiene sentido para unos pocos.
Cambio de principios
Es necesario un cambio de principios: debemos considerar que los bienes y servicios son medios para la humanización de la sociedad y no fines en sí mismos. El consumo debe convertirse en un instrumento para lograr el bienestar de los pueblos. El hombre come para vivir y no vive para comer, dice el adagio. La trasposición de estos términos es lo que amenaza con deshumanizar a la sociedad de consumo.
Democratización de la propiedad
Ahora bien, ¿podemos alcanzar este tipo de desarrollo? Se trata de un modelo en que se respeta la iniciativa privada, pero se exige una mayor democratización de la propiedad. Creo que la supervivencia de nuestro sistema democrático nos obliga a realizar este esfuerzo. En nuestros días, la democracia requiere no solo una mayor participación de los diversos sectores sociales en lucha por el desarrollo económico, social y cultural, sino también y fundamentalmente, un mayor acceso a la propiedad y trabajo de los medios de producción. Sinceramente, pienso que en la lucha contra el marxismo, en el cual el Estado es el único propietario, la democracia debe ofrecer la alternativa de un sistema económico de muchos propietarios.
El reto del sistema parlamentario
Hoy, más que nunca, el sistema parlamentario está sometido a un reto: es evidente que si el cambio social no se puede lograr a través de la democracia, ésta no sobrevive. Sin embargo, la solución no es eliminar la libertad política. La ausencia de instituciones que representen al pueblo, la falta de medios de expresión populares, la sustitución de la voluntad general por la de una persona o grupo, suelen conducir, disfrazadas de aparentes ventajas, a desviaciones que llevan consigo la corrupción y el despotismo. Siempre he creído, con Lord Acton, que el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Y este juicio, naturalmente, es válido no solo para el poder político, sino también para el poder económico. La gran mayoría de los costarricenses, si bien no son liberales en el campo económico, sí lo son en el político.
Decía Churchill que quizá la democracia no era un buen sistema de gobierno, pero que era definitivamente el mejor que conocíamos. Considero que, al igual que los ingleses, los costarricenses creemos que los males de la democracia solo se superan con mayor democracia. La esencia del sistema democrático es el pluralismo político. Lo peor que le puede suceder al país es que, aunque no en una forma institucionalizada, un partido político adquiera proporciones tales que le conviertan de hecho en partido único. En este sentido, un imperativo del sistema democrático es la existencia de una oposición fuerte y organizada, de tal manera que ejerza un papel de freno y contrapeso y cumpla una función fiscalizadora. Para ello, es necesario que existan partidos políticos fuertes, organizados y de carácter permanente.
Esta era mi manera de pensar en 1967, cuando escribí el libro «Grupos de Presión en Costa Rica». Ocho años después, con la experiencia acumulada tras habérseme dado la oportunidad de servir al país desde un alto puesto de gobierno, reitero mi convicción.
Democracia y autoridad
No obstante, no se debe identificar democracia con la atomización de autoridad. En este sentido, la nueva Ley de la Oficina de Planificación Nacional y Política Económica, así como la Ley de Presidentes Ejecutivos, no responden a un simple oportunismo político, sino que representan la convicción del Presidente Oduber Quirós de que, para tener un Estado más eficiente, es necesaria una mayor centralización de autoridad. Es evidente, sin embargo, que las leyes anteriormente mencionadas no son suficientes: el Estado costarricense no será eficiente en el tanto en que no se continúe la reforma institucional y no se capacite más y mejor al funcionario público. Con mucha frecuencia, los costarricenses son un poco cínicos al referirse a los políticos, pero, paradójicamente, esperan mucho del sistema político.
El reto para los próximos 25 años radica en buscar una fórmula política que, manteniendo la libertad, señale y demande una mayor responsabilidad. La democracia no es sinónimo de debilidad: sin autoridad hay anarquía, pero no democracia. El totalitarismo fascista es la manifestación de la extraña síntesis de un Estado fuerte y una economía liberal, cuyo resultado es la ausencia de la libertad y la justicia. En el totalitarismo comunista, en nombre del proletariado, el hombre debe ceder su libertad por un desarrollo cuyo costo humano hoy conocemos. La justicia sin libertad corre el peligro de transformarse en opresión.
Señores empresarios: el desafío a que se enfrenta Costa Rica consiste en forjar un sistema político en el cual la libertad sea compatible con la autoridad y la eficiencia, a la vez que permita un mayor desarrollo que logre redimir al costarricense del hambre, la servidumbre y la miseria.
Retos, posibilidades y esperanzas
Hemos conversado esta mañana sobre algunos problemas económicos y sociales y he anunciado algunas dificultades políticas no menos angustiantes. Su solución total o parcial definirá nuestro rumbo y nuestro estilo de vida en los próximos años. La magnitud de los problemas, en lugar de desalentarnos debe impulsar y renovar todas las fuerzas del espíritu.
El llamado de hoy es más vigoroso y desafiante que el de ayer. No solo hay que invertir y trabajar con ánimo generoso, sino también ser consciente de que esta inversión y esta labor solo tienen razón de ser si se le da un sentido moral a este esfuerzo, a fin de que la eficiencia y la justicia del desarrollo económico afirmen nuestra democracia y nuestra libertad. La eliminación de la pobreza debe ser nuestra principal meta. No tiene en su agenda el empresario costarricense ninguna tarea más urgente ni más prometedora.
Dichosos los hombres a los que nos corresponde vivir en una época como ésta y en un país como el nuestro, colmado de retos, pero, al mismo tiempo, lleno de posibilidades y de esperanzas.