El rostro de mis sentimientos dibujado en letras y símbolos

Presentación del Libro “El Arte de cazar cometas”
Por Jacques Sagot
Universidad Técnica Nacioal
Alajuela

He sido un hombre muy afortunado en mi vida. Durante más de 45 años, recorrí los caminos de la política y trabajé todos los días por un destino mejor para Costa Rica, para América Latina y para el mundo. Fui presidente de la República para pensar siempre en grande, para educar, orientar, guiar y resolver problemas. Pero, sobre todo, para señalar rumbos y destinos. Fui mandatario porque quise construir una ética pública que pusiera siempre el interés general por encima de todo; una ética que me diera la fuerza para jamás doblegarme en la defensa de mis convicciones; una ética que acentúe los valores que hemos ido perdiendo con el tiempo, como la honestidad, la responsabilidad, la integridad, la solidaridad, la compasión y la generosidad.

En esos años crecí y maduré sirviéndole a mi país. Poblé mi cabeza de canas luchando por mis sueños, promoviendo la democracia, protegiendo la libertad, cultivando el arte y la cultura, fortaleciendo la educación, propiciando la paz con la naturaleza para convertir a Costa Rica en un país neutral en emisiones de carbono, impulsando la competencia y la seguridad jurídica, construyendo infraestructura, asumiendo el reto de insertar nuestra pequeña economía en la economía mundial y, principalmente, persiguiendo el desarme y la paz.

A lo largo de mi carrera política, con prudencia y perseverancia puse mi conocimiento y experiencia al servicio de mi pueblo. Le entregué a mi país los mejores años de mi vida, y en lugar de arrepentirme lo agradezco, porque sé que salí ganando en el trato. Los costarricenses me dieron a cambio más de lo que merezco y más de lo que pedía. Me ofrecieron su confianza y me permitieron ser su presidente en dos ocasiones. Más de 45 años de carrera política no pasan en vano, no se escriben en la arena, sino en la piedra maciza. Luego de 45 años de haber dado mis primeros pasos en la política puedo asegurar que me siento sumamente satisfecho.

Tengo mucho de qué estar agradecido. Vengo de una familia trabajadora y honesta, que me enseñó el camino del bien, de la reflexión y del estudio. Vengo de una familia que me enseñó que en la vida es siempre más importante dar que recibir. Tuve unos padres maravillosos de los que aprendí la importancia de compartir mis bienes en términos materiales, intelectuales y emocionales; de ellos aprendí el valor del sacrificio y de la entrega; aprendí que la solidaridad es una herramienta fundamental en la conformación de un tejido social fuerte, basado en la convicción de que todos los individuos gozamos de la misma dignidad y que merecemos, por ello, que se satisfagan nuestras necesidades básicas como seres humanos; aprendí que uno perdura por aquello que hace por otros, y que no hay mayor satisfacción que la que deja la sonrisa de la persona a quien uno logra ayudar. Aprendí que Dios siempre debe ir de primero en nuestras vidas, seguido muy de cerca por la familia. Tengo una hermana de corazón dadivoso, de generosidad sin límites y con un gran compromiso con los más necesitados. Tengo un hermano cariñoso, inteligente y honesto, que sabe dar sin esperar nada a cambio. Rodrigo me prestó siempre uno de sus hombros para cargar juntos las esperanzas de Costa Rica. Tengo dos hijos maravillosos que, con su sola existencia, justifican la mía. Y, finalmente, tengo a mi lado una esposa excepcional a quien le digo, con Neruda, que “todo lo llenas tú, todo lo llenas… todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.”

He venido en varias ocasiones a esta Universidad a exponer mis pensamientos en asuntos nacionales, latinoamericanos y mundiales. Hoy vengo a dar las gracias. Vengo a dar las gracias a un amigo de muchas décadas, a un jardinero de los frutos dulces de la música y las letras. Vengo a dar las gracias a Jacques Sagot. Tu inteligencia y tu cultura, querido amigo, te han llevado muy alto. Tu visión te ha llevado muy lejos. Pero tu bondad te ha llevado muy hondo hacia los rincones más profundos del alma humana. Reconozco tu trayectoria profesional, pero más que todo reconozco tu trayectoria personal. Y es como amigo que hoy quiero expresarte mi gratitud por haber encontrado algún mérito en poner en blanco y negro la parte humana de Oscar Arias. Agradezco, de igual manera, a la Universidad Técnica Nacional y a su rector Marcelo Prieto por el interés y el entusiasmo que puso para que esta obra viera la luz; a José Matarrita y a Federico Arce por hacer posible esta publicación y este evento.

Este libro de Jacques me permite prolongar la conversación que hace tantos años comencé con el pueblo de Costa Rica. Tal vez incluso después de que muera, tal vez incluso después de que persista apenas como un recuerdo en una mente generosa, algún muchacho encontrará este tomo en los estantes empolvados de un abuelo, y hablará conmigo y conocerá mi alma a través de la distancia y a través del tiempo. La posibilidad de ese milagro me llena de alegría.

Amigas y amigos:

La política es una actividad que nos obliga con mucha frecuencia a concentrar nuestra atención en situaciones conflictivas o potencialmente conflictivas. En la realidad política parecieran carecer de relevancia aspectos afectivos y emocionales motivados por manifestaciones como el altruismo, la caridad, la compasión, la conmiseración o el dolor. En apariencia —y recalco, solo en apariencia— la política no deja espacio para la expresión de las emociones relacionadas con la bondad, el amor o la belleza. Muy a menudo solemos permitir que la política sea percibida como una actividad en la que se deben dejar de lado los goces de la vida y los sentimientos de las personas. Como si los sentimientos fueran, por definición, una muestra de debilidad o un lastre para la acción.

Mentiría si afirmo que no he atravesado por momentos difíciles en los años que he vivido de alguna forma vinculado con la política costarricense. Yo no creo que los pueblos merezcan presidentes inmutables e insensibles, que nunca hayan tenido que hacer de tripas corazón, en medio de un pasaje sinuoso de su vida.

En este libro de Jacques hay un testimonio de vida. Porque, aunque un hombre no es un evento particular, cada evento demuestra su carácter y en estas páginas se lee mi carácter. Cada cara de este libro es también mi fisonomía, es el rostro de mis sentimientos.

Quiero terminar con las palabras del más grande poeta de Costa Rica, Jorge Debravo: “No hay terrenos resquemores debajo de mi alma. Mi sangre es una roja armonía viva. Estoy en armonía con la brasa y la calma, con la voz amorosa y la voz vengativa (…) Como un viento desnudo mi corazón se mece y hace sonar campanadas dulcemente”.

Con las campanadas de mi corazón les digo gracias y les pido que le brindemos un aplauso a la vida, y que vivamos eternamente agradecidos con Dios por esa vida que nos enseñó “El arte de cazar cometas”.

Muchas gracias.