Primera comparecencia por televisión como precandidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberación Nacional, pronunciado por cadena de televisión el 1º de noviembre de 1984.
En el arte de la fábula, un consagrado escritor centroamericano, célebre por su relato breve, escribió una historia muy aleccionadora con el nombre de «El mono que quiso ser escritor satírico». Trata la historia sobre un mono observador y sociable, lleno de anécdotas y piruetas, que lograba quedar bien con sus adversarios en política, porque siempre era claro y comprensivo.
Un día quiso escribir en contra de los ladrones, pero se lo impidió una urraca que lo agasajaba mucho. Después quiso escribir sobre los oportunistas, pero desistió porque varias serpientes amigas podían darse por aludidas. Más adelante quiso satirizar al trabajador incansable, pero no lo hizo por temor a unas abejas muy cercanas a él. Entonces elaboró una lista completa de debilidades y defectos humanos y no pudo escribir ninguna sátira, pues dentro de esa lista aparecían todos sus amigos.
Recuerdo esta historia en esta primera intervención ante los costarricenses porque a cualquier político puede pasarle lo mismo que al mono de la fábula, pues, por querer quedar bien con todos, puede dejar de decir la verdad que el país necesita conocer. Uno de los problemas con que se topan diariamente los costarricenses es la falta de credibilidad en el discurso político, porque se sienten frustrados y encuentran fácilmente el divorcio entre lo que se dice y lo que se hace. Descubren la mentira detrás de la promesa. El costarricense de hoy demanda franqueza, honestidad, liderazgo, voluntad y capacidad. Yo estoy aquí, frente a ustedes, porque puedo ofrecerles la garantía de esas condiciones fundamentales para cualquiera que aspire a servir a su pueblo.
Desde hace mucho tiempo decidí que en política no me pasaría lo del mono de la sátira. He repetido muchas veces que al costarricense hay que decirle lo que debe saber y no lo que quiere oír. Tengo vocación por la verdad y por la profundidad, y estoy absolutamente comprometido con los mejores intereses del país.
Aspiramos a construir una nueva Costa Rica. En la construcción de esa nueva Costa Rica debemos actuar con valentía, con determinación, con flexibilidad. Debemos tener siempre la valentía, la determinación y la flexibilidad necesarias para reconocer, cuando nos hemos equivocado, que es necesario rectificar. Nada esclaviza más que el dogma. Debemos aprender a llamar las cosas por su nombre; a decir sí cuando hay que decir sí, y no cuando hay que decir no. Más importante que la lealtad a los hombres es la lealtad a nuestros principios, a nuestros valores y a nuestros ideales.
Vivimos en una Costa Rica muy amenazada, pero el principal enemigo de nuestra democracia no es el Ejército Sandinista, sino el cinismo, la mentira, la demagogia, la promesa que no se puede cumplir, el hambre de nuestro pueblo y, sobre todo, el ambicionar el poder político con el propósito de conseguir luego poder económico.
Creo con sinceridad que el país requiere un nuevo rumbo hacia un mejor porvenir. El reto de la etapa posrevolucionaria del 48 fue el impulso a la clase media, y la solución de los grandes problemas por medio de la creación de instituciones autónomas, que con el tiempo crecieron hasta hacerse inoperantes por su tamaño, por su burocracia y por la sofisticación de sus servicios. El país está lleno de problemas y la situación de gran parte de las familias costarricenses es crítica. Hay desempleo y subempleo que desorganizan la estructura familiar y la social; hay violencia; hay irrespeto a nuestro ordenamiento jurídico; faltan viviendas; hay necesidad de tierra y de apoyo a los que siembran; hay desconcierto en la industria y en el comercio; hay intranquilidad ante el gobierno comunista de los nueve comandantes.
El país se vio envuelto en una crisis de orden mundial y la incapacidad de la administración anterior, la de Rodrigo Carazo, nos sumió aún más en el caos. El actual gobierno frenó el deterioro económico. Ya se vislumbran en el horizonte mejores días. El Presidente Monge le ha recordado a Costa Rica entera que la política en tiempos adversos tiene una expresión de grandeza. Repartir sacrificios con equidad no es tarea que agrade a hombre alguno. Al Presidente Monge le correspondió estabilizar la economía. Al nuevo gobierno de Liberación Nacional le corresponde abrir el camino que nos ponga adelante mediante la producción, la reflexión y el trabajo. Lucho hoy por la candidatura presidencial dentro de mi partido. No me ha sido fácil el camino hacia esa aspiración. Confieso que soy un ser privilegiado. A mí las confesiones públicas no me asustan porque nunca he medrado en el ejercicio de mis funciones, ni he mentido. Vengo de una familia trabajadora y honesta, que me enseñó el camino del bien, de la reflexión y del estudio. Eso sí que es un privilegio. Tuve oportunidad de estudiar y he podido servirle a mi país, sin más interés que aportar lo mejor que tengo. Eso también es un privilegio.
Los costarricenses saben que carezco del respaldo de algunos altos jerarcas de mi partido. No tengo padrinos, y sin padrinos me atrevo a solicitar el apoyo de todos los liberacionistas conscientes de que hay que cambiar el rumbo hacia un mejor porvenir.
Por primera vez en su historia, el Partido Liberación Nacional presentará un candidato a la Presidencia de la República que no estaba vigente en 1948, que no firmó en 1951 el acta de constitución del partido. Este hecho indica claramente —y permítanme parafrasear a John Kennedy— que la antorcha pasará a manos de una nueva generación.
Para mí esto no significa una quiebra, ni un rompimiento, ni una brecha, sino transición. Algunos de los más importantes y prestigiosos fundadores del partido lo han comprendido así y me acompañan en esta lucha de tendencias, sabedores de que en mis manos las mejores tradiciones liberacionistas están seguras, y de que los cambios que la época demanda se efectuarán de manera firme, pero con la cautela y el cuidado que forman parte del ser mismo de los costarricenses.
Liberación Nacional es la única esperanza. Se irrespeta la cultura política costarricense cuando pretenden decirnos que la esperanza es azul y roja. La esperanza siempre fue verde y siempre lo será. El verde de nuestra bandera siempre ha simbolizado y hoy más que nunca simboliza la esperanza de nuestro pueblo. El blanco es símbolo de pureza. El verde representa la creatividad, el coraje, el mirar hacia adelante sin temores, conservando con orgullo los valores del pasado.