Turismo popular: Un nuevo derecho

Discurso

Discurso pronunciado por el Dr. Oscar Arias Sánchez, Ministro de Planificación Nacional y Política Económica, el 8 de octubre de 1976, en el almuerzo de la Asociación Costarricense de Periodistas de Turismo (ACOPET), celebrado en el Hotel Cariari, en Asunción de Belén, provincia de Heredia.

Complemento y no sustituto

En la Oficina de Planificación Nacional y Política Económica estamos convencidos hoy, más que nunca, de que Costa Rica es un país de vocación eminentemente agraria y de que, para enfrentarse el desafío de nuestro desarrollo, debemos estimular la agricultura y la ganadería. Estamos convencidos, asimismo, de que, si deseamos una industria sólida, esa industria debe basarse en el procesamiento de los productos primarios de nuestro país.

De ahí que consideremos al turismo como un complemento y no como un sustituto de los sectores agropecuario e industrial. Al país no le conviene convertirse en un mero vendedor de los servicios. En primer lugar, porque ello acentuaría la ya de por sí elevada dependencia del exterior y la vulnerabilidad externa de nuestra economía, pues supone que estaríamos sujetos en alto grado a la voluntad de los extranjeros en sus demandas de servicios. Este es el caso de países como Jamaica y Puerto Rico, que han tenido en el pasado enormes problemas por su alta dependencia del turismo.

Cambios de la estructura social

Sin duda, Costa Rica, al igual que todos los países que alcanzan un rápido desarrollo, ha experimentado una profunda transformación de su estructura social en los últimos años. En las décadas recientes, hemos visto cómo ha crecido el sector de servicios, precisamente a causa del desarrollo económico y social del país. Así, por ejemplo, en 1950, este sector proveía empleo al 27% de la población económicamente activa, y en 1975 ese porcentaje alcanzó el 41%. Dentro de estos servicios, claro está, se contemplan no solo los que ofrece la empresa privada, sino también y sobre todo los servicios del sector público generados por el esfuerzo hecho en los últimos años, particularmente en los campos de la educación y la salud.

Ventajas del turismo

El turismo tiene, desde luego, innegables ventajas. Desde el punto de vista económico, constituye un aporte muy importante para la balanza de pagos. De cada dólar que ingresa al país, 75 centavos se quedan en nuestro territorio. Es decir, que el componente doméstico es, en el turismo, muy elevado, lo cual contrasta con lo que sucede en el sector industrial costarricense, en donde el componente importado resulta muy alto en particular para las industrias que no utilizan materias primas nacionales, como, por ejemplo, la industria metal-mecánica y la industria química.

La importancia económica del turismo se evidencia también en el hecho de que ha llegado a ocupar, recientemente, un cuarto lugar entre las actividades generadoras de divisas, solo superado por las exportaciones de café, de banano y de manufacturas.

También es importante el turismo desde el punto de vista del empleo. Es una de las principales actividades generadoras de empleo, no solo directo —en hoteles y restaurantes—, sino también indirecto, pues demanda productos y servicios de otras actividades, como las industrias fabricantes de alimentos y de bebidas, las actividades de transporte y las artesanías. En otras palabras, el turismo tiene una acción multiplicadora considerable, por cuanto induce la actividad de otras ramas de la economía nacional, genera empleo directo e indirecto y produce riqueza en muchos aspectos.

Aspectos negativos

Sin embargo, no pueden dejar de contemplarse algunas desventajas o aspectos negativos que presenta la actividad turística, y la necesidad de adecuar su política a fin de atenuar, al menos, los efectos perniciosos que podría tener el turismo incontrolado.

Existen riesgos muy serios, que no se pueden soslayar en una política de turismo, y de ello debemos estar plenamente conscientes. Tal es el caso, por ejemplo, de la influencia perjudicial que pudiera suponer el turismo sobre nuestros valores, sobre nuestras costumbres, sobre nuestra cultura en general. Corremos el riesgo de que, en lugar de afirmar nuestros valores autóctonos, perdamos nuestra identidad. En este sentido, debemos preocuparnos más por adaptar a nuestro medio las costumbres extranjeras, antes que adoptarlas sin ningún reparo. Este problema de la aceptación de costumbres foráneas es similar a lo que acontece con la tecnología procedente de países más ricos y más desarrollados que el nuestro. En lugar de adaptar esa tecnología, la adoptamos simplemente. En el caso del turismo, este fenómeno se manifiesta en las «discoteques» que se instalan en Costa Rica: en ellas solo se puede escuchar música exótica, distinta de nuestra música tradicional, de nuestra música latina, de nuestra música hispanoamericana. También es el caso de las comidas que se sirven en los restaurantes y en los hoteles, que ofrecen pocos o ningún plato típico. Se evidencia también en los nombres extranjeros —a veces en inglés, a veces en francés— con que se denomina a todo tipo de establecimientos.

Pérdida de la identidad nacional

En los últimos años, hemos ido perdiendo en Costa Rica y en América Latina nuestra identidad, nuestros rasgos típicos, nuestras costumbres tradicionales, incluso nuestro arte popular, por ese afán de importar la cultura de otras naciones. De ahí que, como lo he afirmado varias veces, nuestra dependencia del exterior quizá sea más intensa en el campo cultural que en el campo económico.

Cuando uno se encuentra en un hotel que, como éste, tiene un nombre auténticamente nacional, siente una honda satisfacción. En verdad, es muy satisfactorio que el establecimiento se llame «Cariari» y no «Bellevue» o «Le Gourmet», por ejemplo.

Otro aspecto importante es el de crear una artesanía que refleje nuestro arte popular y no que se concrete a satisfacer el turismo de souvenirs que nada tienen que ver con lo auténticamente costarricense, con lo folklórico, con lo tradicional, con lo autóctono.

Especulación con las tierras

Uno de los riesgos que supone el turismo es la especulación en el negocio de tierras de vocación turística y las consecuencias que tiene sobre la elevación de precios de otras tierras destinadas a la agricultura y a la ganadería. En virtud del efecto demostración, se produce un estímulo de los precios, ocasionado en la alta demanda, particularmente cuando son los inversionistas extranjeros los que vienen a ofrecer altos precios por la tierra de vocación turística.

Resentimiento social

Finalmente, conviene considerar el riesgo que supone para nuestro país el resentimiento social, que podría generarse en un desarrollo turístico reservado a las clases de mayor poder económico. Costa Rica es un buen ejemplo para la América Latina, pues en nuestro país existe una alta movilidad social y se han evitado en gran medida las discriminaciones derivadas de las diferencias sociales y económicas de la población. No tendría sentido que en el campo de turístico, por el afán de aumentar los ingresos del país, se privara a los estratos inferiores o populares del disfrute de las ventajas turísticas, en igualdad de condiciones con los estratos medios y altos.

Política de turismo

Para evitar los riesgos que he señalado, lo conveniente es adoptar una política de turismo como la concebida por el Instituto Costarricense de Turismo en los siguientes aspectos:

a. Promover el turismo de clase media y de clase popular. Este tipo de turismo es más estable desde el punto de vista económico y menos riesgoso desde el punto de vista social. No debemos olvidar que el turismo para estratos sociales altos no solo demanda cuantiosas inversiones, sino que es más vulnerable, pues se rige por la moda internacional. Ejemplos de ello son importantes centros turísticos como Acapulco en México y como Marbella en España, actualmente; como Jamaica hasta hace pocos años, y como Puerto Rico en la década de 1950; en contraste con desarrollos turísticos dirigidos más a la satisfacción de un turismo de clase media , como son los casos de Puerto Vallarta y de Cancún, en México.

b. El turismo debe ser para grupos sociales familiares y juveniles, y no turismo de convenciones, que atrae hacia nuestro país únicamente a gente soltera, pues este tipo de turismo sólo sirve para conocer Costa Rica de noche , más que de día ; realmente sólo estimula prácticas inconvenientes para la paz y la armonía de nuestra sociedad.

Todo esto es importante y, por lo tanto, debe ser preservado, y sobre todo mejorado. Pero es insuficiente.

Fomentar el turismo nacional

La Costa Rica de hoy nos presenta nuevos retos también en este campo del turismo.

La política turística debe girar, hoy, en torno a la formación espiritual y el bienestar de los costarricenses. El turismo, como medio de hacer efectivo el derecho de vacaciones consagrado por las leyes laborales, se convierte, en forma cada vez más rápida, prácticamente en un derecho para toda la población.

Debemos fomentar el turismo nacional. Solo entonces tendrá verdadero contenido el lema «Conozca Costa Rica primero». Esto hará posible, también, que los nacionales adquieran plena conciencia del significado de nuestro progreso, en la medida en que podrán conocer un número mayor de las obras —carreteras, represas, puertos, instalaciones ferroviarias, edificios públicos, parques— con que cuenta el país. De igual modo, conocer nuestro territorio, nuestras bellezas naturales, nuestro progreso, produce, sin lugar a dudas, un hondo sentimiento de solidaridad y de sano nacionalismo. Por otro lado, la práctica turística por parte de los costarricenses favorece, en grado no despreciable, la estabilidad de la institución de la familia, al permitir que sus miembros se reúnan con mayor frecuencia para compartir la belleza del paisaje y la satisfacción del esparcimiento.

En las circunstancias actuales, se nos presenta el reto de orientar, entonces, la política turística —tanto estatal como privada— hacia la satisfacción de las necesidades recreativas del costarricense, sin que por ello deba descuidarse un sano turismo internacional. Nuestro compromiso en este sentido tiene una importancia mucho más grande de la que podríamos concebir, pues representa otro paso hacia la democracia económica, indispensable para consolidar nuestra democracia política.

Medidas y actitudes

El pronto establecimiento de una política de turismo popular, exigirá la adopción de medidas y actitudes concretas, tales como las siguiente:

En primer lugar, dada la estacionalidad del turismo, aprovechar la capacidad instalada de los hoteles para establecer épocas de precios populares.

En segundo lugar, asegurarnos de que todo desarrollo turístico sea abierto, es decir, que permita el acceso y el disfrute a costarricenses de todas las clases sociales.

En tercer lugar, exigir que todo desarrollo turístico contemple inversiones para disfrute del turismo social o popular.

En cuarto lugar, se debe propiciar que se haga efectiva la responsabilidad social de las empresas —tanto públicas como privadas— mediante la instalación de campos de esparcimiento para los trabajadores y sus familias. En la Costa Rica de hoy la recreación no puede ser un monopolio de ricos. ¿Por qué han de ser solo los altos ejecutivos de las empresas y los altos funcionarios de las instituciones públicas los únicos con derecho a pasar un fin de semana en la playa?

En quinto lugar, es necesario establecer un mínimo de servicios para que, en condiciones de comodidad y seguridad, los jóvenes puedan, durante la época de sus vacaciones, acampar en los distintos parques nacionales. Esto es especialmente importante en un país en donde el 45% de la población es menor de 15 años.

Empresa privada y responsabilidad social

Como muchos otros campos, no falta quien crea que la responsabilidad de llevar a buen término determinadas políticas sociales y económicas corresponde en forma exclusiva a las instituciones estatales creadas para esos efectos. De ese modo, podría pensarse que el Instituto Costarricense de Turismo es el responsable de hacer realidad una política de turismo como la que he mencionado y que los bancos y otros entes estatales son los únicos llamados a respaldar esa acción. Nada más alejado de nuestra realidad. Cierto que el ICT contribuye a orientar esa actividad, pero la responsabilidad no le corresponde solamente a esa institución. La estructura socioeconómica de Costa Rica se funda en la libre acción de la empresa privada y, en consecuencia, el papel del Estado debe circunscribirse al de promotor del desarrollo, creador de las condiciones para que la iniciativa particular se desarrolle, o bien, el de gestor de determinadas acciones que no puede realizar la empresa privada. Esto significa que una política de turismo masivo solo puede tener éxito en la medida en que los empresarios asuman la responsabilidad social que les corresponde en este campo y estén dispuestos a emprender acciones vigorosas para que esa política sea una realidad. No hay razón para que ejemplos como el del Club Campestre de La Gloria, el Club Campestre del Lago y COOPETUR no se multipliquen aceleradamente, con el respaldo de las empresas industriales y agrícolas, de los sindicatos, de las cooperativas y de las instituciones estatales.

El papel de los medios de comunicación

Aunque el éxito de esta política depende en mucho de la acción mancomunada del Estado y la empresa privada, ese éxito depende también, y en medida muy importante, de la actitud que asuman los medios de comunicación de masas. La prensa, la radio, la televisión, los publicistas, tienen en esto un papel de primera magnitud. Sin el concurso decidido y vigoroso de la prensa, no será posible que el país llegue a comprender que la realidad costarricense de hoy exige ya un turismo popular y masivo, y no discriminatorio. Las políticas destinadas a preservar nuestras riquezas naturales difícilmente pueden realizarse, si no se cuenta con la acción acuciosa e insistente de los periodistas. Si la especulación en el negocio de tierras de uso turístico, o el uso privado de lugares públicos, no son denunciados valientemente por la prensa, poco podría lograrse para corregir los abusos y para hacer posible el disfrute de nuestras bellezas naturales en beneficio del turismo popular.

En síntesis, el logro de los objetivos de un turismo popular que responda a las exigencias de la Costa Rica de hoy depende no solo del Estado y sus instituciones, sino también de la responsabilidad social de los empresarios, de la actitud firme con que los trabajadores se propongan convertir en realidad este derecho, y de la capacidad de la prensa para moldear una cultura turística nacional, que sea, además, el centro de atracción del turista extranjero.